*Más allá de la elección de su titular
*Continente débil y polarizado
La Organización de Estados Americanos (OEA) es, sin duda, el principal ente multilateral del continente. De allí que la elección de su nuevo Secretario General, prevista para el próximo 18 de marzo, no es un elemento menor ni apenas formal. Y mucho menos cuando la región tiene una serie de nuevos y grandes desafíos en los aspectos político, social, económico y de derechos humanos, entre otros. En ese orden de ideas, la escogencia por parte de la asamblea extraordinaria del sucesor del chileno José Miguel Insulza, que está en el cargo desde 2005 y lo dejará en mayo, tras ser reelecto en 2010, implica cinco retos principales.
En primer lugar es necesario evitar que la elección del titular de la OEA genere un nuevo y desgastante pulso regional, pues hasta el momento sólo hay un candidato al cargo, el canciller uruguayo Luis Almagro, ya que el segundo aspirante, el exvicepresidente de Guatemala Eduardo Stein, renunció semanas atrás por una contingencia de salud. Si bien el bloque de países centroamericanos indicó que estaba en busca de un nuevo perfil para ser postulado, hay voces de líderes de esa región que consideran que tras dos períodos de un latinoamericano el turno debería ser para un dirigente de la zona central o caribeña del continente. Obviamente para que ello ocurra, lo primero que debe surtirse es la proyección de un candidato de esa región.
Un segundo reto va dirigido a que la OEA requiere una reforma estructural a fondo, no sólo ante el surgimiento de nuevos bloques subregionales como la Unasur o la Celac, sino porque al decir de no pocos internacionalistas su margen de acción geopolítica se ha ido estrechando cada vez más, sobre todo después de la irrupción de los gobiernos de izquierda populista que, sobre la base de arcaicos discursos ‘antiimperialistas’, son claramente adversos a la legitimidad, poder de convocatoria y facultades del más antiguo y máximo ente continental. Si bien en los últimos años se aplicaron algunos ajustes al funcionamiento de la OEA, lo cierto es que todavía son insuficientes para devolverle el peso geopolítico de otras épocas.
El tercer reto para la instancia interamericana se enfoca en repotenciar el papel de sus principales órganos e instancias de intervención. Sería ingenuo negar que la polarización política de la última década y media restó importancia y hasta nivel de acatamiento a instrumentos como los de las comisiones de derechos humanos y libertad de expresión, e incluso hasta a la propia aplicación de sanciones a los países en donde si bien no hubo un rompimiento abrupto del orden institucional, sí progresaron medidas restrictivas de las libertades y derechos individuales y colectivos que protege y ampara la Carta Democrática de la OEA.
Tener un papel más protagónico en procesos trascendentales que se están llevando a cabo en la región es el cuarto gran reto de la OEA en su más inmediato futuro. Las cruciales negociaciones entre Estados Unidos y Cuba para acabar con 50 años de rompimiento y embargo a la isla; el proceso de paz en Colombia; las medidas para frenar la violencia narcotraficante que se extiende por Centroamérica; las crisis económicas y de desigualdad social que amenazan la viabilidad de algunos Estados; la situación explosiva que atraviesan en distintos aspectos países como Venezuela; el drama migratorio de millones de latinoamericanos en la frontera e interior de Estados Unidos; la redefinición de la relación de Washington con el resto del continente y los crecientes intereses de otras potencias en nuestro hemisferio; el nivel de tensión por pleitos de delimitación fronteriza entre varias naciones; el impacto regional de mega-proyectos de infraestructura; la débil capacidad de negociación de la región para defender o preservar su potencial ambiental… En fin, son muchos y muy complejos los temas de la agenda americana y debería ser la OEA la llamada a utilizar su experticia y buenos oficios para servir de catalizadora de soluciones y resolución pacífica y equilibrada de las controversias internas y externas.
Un último reto va dirigido a que cumbres como las de las Américas, que tendrá su próxima versión en Panamá en abril próximo, superen la esfera de lo protocolario y los documentos bien intencionados pero sin poder de compromiso y convocatoria. Nuestro continente, a diferencia de otros bloques multinacionales, no tiene la fuerza y dinámica de negociación que su potencial político, económico, social e institucional debería reflejar. Es ahí en donde la OEA está llamada a jugar papel primordial. Pero para ello requiere ser repensada y modernizada.