Uno de los principales indicadores para medir el nivel de desarrollo de un país y, sobre todo, su capacidad para generar productos, bienes y servicios con alto valor agregado, que le permitan competir a nivel nacional e internacional en los campos comercial y laboral y, a la par, mejorar de calidad de vida, es el volumen de inversión presupuestal per cápita, tanto desde la esfera pública como la privada, en ciencia, innovación y tecnología.
En ese orden de ideas, no resulta gratuito que los países más desarrollados y con mejores estándares educativos e incluso mejor posicionados en el Índice de Desarrollo Humano sean, precisamente, los que tienen mayor inversión en los campos tecnológicos y científicos.
Por lo mismo es entendible la alta inconformidad que hay en la comunidad científica, la academia y varios sectores políticos en torno al bajo volumen de recursos que se asignaron al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación dentro del Presupuesto General de la Nación para la vigencia de 2024, que acaba de ser aprobado en el Congreso.
No pocos parlamentarios señalaron que el presupuesto para esta cartera resultó inferior a su importancia y retos. De acuerdo con la norma que fija la destinación de recursos públicos para inversión, funcionamiento y pago de deuda, al Ministerio en cuestión se le asignaron, dentro de un total general de 502 billones de pesos, apenas 400 mil millones.
Aunque un grupo de congresistas alertó al respecto e incluso planteó la posibilidad de asignarle 150 mil millones de pesos adicionales, el Gobierno y las mayorías parlamentarias no respaldaron esa iniciativa.
De inmediato, entonces, se generó un alud de reacciones en contra de esta baja destinación de dineros a un ministerio que tiene una de las labores más importantes para un Estado en la tercera década de este siglo: el apoyo e impulso a la ciencia, tecnología e innovación.
Pero en un comunicado, el propio Ministerio de Ciencia replicó que cuenta con dineros que provienen de distintas fuentes, como el Presupuesto General de la Nación, el Sistema General de Regalías y los beneficios tributarios, entre otros, que permiten la inversión transversal en el sector. A ello se suma que los recursos para estas actividades, así como para investigación y desarrollo, también se gestionan con la sociedad civil organizada, universidades y empresas.
Sin embargo, para muchos expertos en este tema, esas explicaciones del Ministerio son muy débiles y gaseosas, sin que puedan llegar a justificar que esta cartera sea prácticamente la de menor asignación de dineros para el 2024 (inferiores a los de este año), mientras que otras dependencias, que no son tan prioritarias, tienen más destinación de dineros sin que esté claro su utilidad ni objetivo.