La geopolítica se encuentra en uno de los momentos más complicados en los últimos años. Por un lado, el nivel del conflicto armado en Ucrania se ha incrementado en los últimos meses, no solo por los cruentos partes de guerra que emiten tanto el Gobierno ruso como el de la nación agredida, sino por cuenta de hechos tan preocupantes como el anuncio de Moscú en torno a pruebas con su arsenal táctico nuclear o la confirmación de un nuevo paquete de ayuda militar y económica de Occidente a Kiev para que pueda financiar su defensa militar ante las tropas invasoras.
Por otro lado, la situación en Medio Oriente continúa complicándose, ya que mientras las Fuerzas Militares de Israel se preparan para avanzar sobre Rafah, al sur de la franja de Gaza, con el objetivo de acabar con los enclaves de la banda terrorista Hamás, se multiplican los llamados para que haya una tregua que lleve no solo a la liberación de las decenas de rehenes secuestrados y utilizados como ‘escudos humanos’ por los musulmanes radicales, sino para que pueda entrar la ayuda humanitaria a los palestinos que se encuentran en medio de las hostilidades desde hace siete meses.
A este escenario ya de por sí muy complicado se sumó ayer que China dio comienzo a nuevos ejercicios militares en los alrededores de la isla de Taiwán, en una retaliación por los que calificó como “actos separatistas” en la isla tras la investidura de su nuevo presidente Lai Ching-te, que asumió el lunes pasado y es claramente partidario del sistema democrático y la causa autonómica.
No se trata de un episodio más de los rifirrafes constantes entre Pekín y Taiwán, debido a que en esta ocasión los chinos movilizaron medio centenar de aviones de combate, incluso sobrepasando la llamada “línea media” sobre el estrecho que marca la separación entre la isla y el estado comunista continental.
Lo dicho por Lai Ching-te en su discurso de posesión fue asumido por Pekín como una “confesión de independencia”, lo que motivó las intempestivas y amenazantes maniobras militares chinas e incluso la advertencia de un portavoz del régimen de la potencia en torno a que los “independentistas” acabarán “ensangrentados”.
Como era apenas obvio, tan pronto se detectaron las aeronaves chinas, los taiwaneses también movilizaron fuerzas marítimas, aéreas y terrestres, al tiempo que las potencias occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, prendieron alertas y advirtieron que no permitirán ninguna agresión a la isla.