Cese de la violencia | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Marzo de 2014

*Distensión y diálogo

*Plan Marshall para Venezuela

 

El  Papa Francisco, hondamente conmovido por la violencia que desangra al pueblo venezolano, ora y clama en Roma por el “cese de la violencia”. Las protestas pacíficas de los estudiantes, de los trabajadores, de las gentes de clase media y de las barriadas, no paran y de un extremo a otro de Venezuela la población muestra su creciente descontento en las calles y plazas, convertidas en tribuna improvisada del rechazo al modelo socialista que se intenta imponer por la fuerza. La hostilidad entre los agentes del gobierno y los colectivos de las milicias populares, en contra del resto de la población, deja heridos en todo el territorio y varios muertos. Las milicias envenenadas con el discurso de la lucha de clases ensayan sus armas contra los jóvenes que protestan y contra cuantos presumen que no comulgan con el gobierno.

En los últimos días la violencia se extiende por las ciudades, en Margarita la policía disuelve a tiros las protestas. En San Cristóbal, capital del Estado Tàchira, donde  brotó la chispa que incendió el resto del país por la detención arbitraria de los estudiantes que pedían respeto por las leyes y la democracia, las comunicaciones con el resto del país se han cortado, es poco lo que se sabe desde la detención del Alcalde de la ciudad y su injusta prisión, por el gravísimo delito de ser del mismo partido del jefe opositor Leopoldo López. Paracaidistas y soldados vigilan cuadra por cuadra, en medio del rechazo general.

Las informaciones que llegan a la frontera con Colombia, coinciden en señalar que los estudiantes y sus familias no ceden en su indignación y  fe democrática. El  dolor y la rabia rondan por todas partes y las gentes se refirman en su lucha por la libertad, lo peor es que en la frontera han aparecido varios cadáveres de colombianos brutalmente asesinados, lo que siembra el terror y la incertidumbre. En Colombia las familias rezan por sus parientes en Venezuela. En Valencia y Maracay, como en Maracaibo, los incidentes entre las pobladas que protestan y los represores se multiplican. En Caracas las barricadas comienzan al amanecer y las protestas siguen todos los días, no se conoce con exactitud el número de heridos y muertos. En Maracay, un comando de motorizados asaltó un edifico en el cual presumían que viven opositores y quemaron cincuenta vehículos. Reina la barbarie.

Se esperaba que a solicitud de sus abogados y para dar una muestra de generosidad y entendimiento, Leopoldo López, de quien se pide en las diversas manifestaciones su libertad, se la concediesen. Es claro, que las acusaciones que le endilgan por cuenta de su defensa de la democracia y las protestas pacíficas, como responsable de la represión contra sus propios seguidores, son absurdas. Liberarlo habría sido una muestra de buena voluntad del gobierno y de resolver pacíficamente los conflictos. Por más que repriman y conduzcan a prisión a los que protestan, es imposible acallar a millones de seres desesperados y unidos por defender su modelo de vida, sus valores y su libertad.

La situación de orden público empeora cada hora, cada minuto. El malestar económico, el desabastecimiento, la inseguridad en las calles, la falta de comida, de medicinas agobia a la población. El país está semiparalizado, el comercio declina y los fondos estatales están exhaustos, La situación se hace insostenible, es la hora de negociar, para evitar males mayores y que corran ríos de sangre.

La postura del presidente Juan Manuel Santos y de varios gobernantes de la región de mediar en el conflicto, siguiendo los dictados del Papa Francisco por la paz, es positiva. La mediación de Colombia por la paz es un deber, no es un simple acto de solidaridad, los vasos comunicantes entre Venezuela y Colombia determinan que nada de lo que allí ocurre nos sea ajeno y que lo que pasa aquí interese al hermano país. Por encima de las ideologías y de las diferencias políticas apoyamos  la negociación  y el diálogo, que debe contemplar la liberación de los presos políticos y una suerte de Plan Marshall, para conseguir fondos que permitan en corto tiempo la recuperación del sector productivo venezolano, así como abastecer el comercio de alimentos y medicinas, y, entre otras cosas y de manera urgente, surtir de papel a los periódicos venezolanos.