Contra lo que habían pronosticado los compañeros de viaje de la izquierda francesa y europea, como los sectores de extrema derecha, que auguraban cada uno un triunfo en las elecciones locales del domingo pasado, las urnas favorecieron a la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y sus aliados centristas.
No consiguió el presidente Francois Hollande ganar los comicios a pesar de que los analistas consideraban que demostraciones como el movilizar a millones de personas y hasta jefes de Estado en París y toda Francia tras el atentado contra la revista Charlie Hebdó, ponían de presente la alta popularidad del gobernante.
Al final de cuentas, las mayorías galas entendieron que esa solidaridad que se expresó mundialmente correspondía a la defensa de la libertad de expresión y al rechazo global al alevoso atentado terrorista, y que en modo alguno podía ser capitalizada por un gobierno señalado de una desastrosa política económica, que espantó gran parte del capital privado y multiplicó los impuestos, ya muy gravosos. Es obvio, incluso, que sin el apoyo de la banca de Bruselas, la situación social de Francia sería aún peor.
Durante esta primera vuelta de las elecciones departamentales, Nicolás Sarkozy, quien venía haciendo un trabajo proselitista intenso por toda la Nación, consiguió derrotar no solamente al gobierno socialista, sino al ultraderechista partido de Marine Le Pen, que continúa siendo la esperanza de los sectores radicales nacionalistas. De estos últimos se esperaba un caudal de votos mayor dada la campaña política que hicieron basados en sobredimensionar la amenaza que representan los islamistas que viven en el país y siguen a los yihadistas.
En esta ocasión la ventaja de la centroderecha sobre Marine no es tan grande. Como se recuerda ella ganó en las elecciones europeas del año pasado y Sarkozy, a su turno, estuvo envuelto en un escándalo judicial que promovieron agentes del gobierno, sin que nada de ello al final contrarrestara su influjo en las urnas.
Es claro que sumados los votos del partido de Sarkozy y los de Le Pen se supera de lejos a la izquierda. Lo que indica que el péndulo electoral está cambiando en la nación gala.
Aun así, debe tenerse en cuenta que las encuestas habían anunciado que, por cuenta del malestar económico, los resultados para el gobierno serían mucho peores. Es evidente que el aparato político socialista sigue fuerte, así sufra los efectos de las medidas impopulares, los malos resultados de gestión y el desgaste propio de ejercer el poder.