* Génesis del fracaso comunista
* Vladimir Putin, el nuevo ‘zar’
El 21 de enero de 1824 murió Vladimir Lenin, el fanático admirador de Carlos Marx, que aprovechó los errores del Zar Nicolás II, al que asesinan, así como el regular desempeño del ejército ruso durante la Primera Guerra Mundial, para desafiar el sistema mediante atentados, terrorismo, asesinatos y la violencia desatada contra el gobierno zarista.
Lenin se valió de todos los métodos de lucha para desafiar el sistema. Estando en el exilio entró en contacto con el estado mayor alemán, el cual lo ayudó a ingresar en un tren de ese país a Rusia. Entonces el abismo social entre las clases poblacionales era grande, por lo que plantear una eventual ‘dictadura del proletariado’ parecía un delirio. Además, Marx proponía que el ascenso del comunismo se daría en los países en los cuales se estuviese en la etapa culminante de su desarrollo, que denominó “imperialismo”. Rusia, por el contrario, y en relación con las potencias de la época, no se contaba entre las naciones más fuertes y desarrolladas.
Lenin entendió que Rusia, por su gigantesca extensión y al culminar la Primera Guerra Mundial tenía millones de desempleados muy desesperados, y eso le permitía atraerlos a su causa y ponerlos contra la autoridad del ‘zar’. El problema es que apenas dirigía la minoría entre las diversas fuerzas de ultraizquierda, por lo que maduró sobre la marcha la tesis de imponerse mediante la violencia, la intimidación, el verbo y la iniciativa política. Así, una y otra vez, sus comandos se infiltraban entre la muchedumbre de los descontentos que protestaban en las plazas de Moscú con el fin de intentar provocar a las fuerzas leales al ‘zar’ y conseguir que estas disparasen contra la multitud. Fue de esa forma como la minoría bolchevique consiguió que se produjera un inmenso baño de sangre y la rebelión popular contra el poder reinante.
Ese concepto de ‘manejar las minorías’ como medio para llegar al poder e impulsar la violencia como mecanismo de presión es clave en su noción de la política como ‘arma revolucionaria’. Es decir, no esperar a que se den las condiciones propicias en política, sino crearlas.
Con criterio despiadado Lenin, ya en el poder, usó a la Internacional Socialista para desafiar los gobiernos europeos y ponerlos a tambalear. La crisis socioeconómica de la postguerra en el viejo continente fue utilizada para proponer su ‘revolución mundial’ y el intento de abolir las monarquías del viejo continente y la democracia como sistema imperante.
En esa intención Moscú apoyó a los socialistas y comunistas para que desafiaran en muchos países la democracia y el capitalismo. De hecho, algunos gobiernos se mostraron débiles e impotentes para enfrentar esa corriente en su objetivo de alterar el status quo socioeconómico mediante huelgas, manifestaciones y agitación popular constante. Los seguidores de los criterios de Lenin instigaban la división de la sociedad en clases antagónicas y buscaban denunciar la democracia como una farsa. Por ello amenazaban tomarse el poder por la fuerza o por medios electorales. Muchos países no estaban preparados para enfrentar esa combinación de las ‘formas de lucha’, sobre todo de la extrema izquierda.
Frente a la eventual caída de las democracias europeas bajo el impacto del desafío callejero de los agentes del bolchevismo, un antiguo socialista que se había negado a seguir los dictados de Moscú, en cuanto a la orden socialista de no luchar por Italia en la guerra, Benito Mussolini, organizó un movimiento de tropas, con milicianos nacionalistas que habían participado en la Primera Guerra Mundial. Los comandos armados del fascismo disputaron las calles de las ciudades italianas y ganaron el favor de las masas contra la injerencia bolchevique.
Al conseguir derrotar a los agitadores socialistas, el fascismo se convirtió en alternativa de poder que, al derivar en la marcha sobre Roma, consiguió el respaldo popular y de los demócratas en apuros. Todo lo cual derivó en la Guerra Civil Española, donde nacionalistas y fascistas derrotan a los rojos con el general Franco, convertida esa disputa bélica en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, en donde, desde orillas políticas distintas, comunistas y demócratas derrotaron al nazismo.
Muchas décadas han pasado desde entonces. El comunismo entró en crisis, desapareció la Unión Soviética, cayó el muro de Berlín e incluso quedó atrás la ‘Guerra Fría’ y el mundo bipolar, en los sentidos clásicos de ambos términos. Hoy hay un nuevo orden geopolítico, con Estados y Rusia como potencias, pero otras más en el escenario. Incluso, hay quienes consideran al siempre polémico Vladimir Putin como un nuevo ‘zar’, muy alejado política e ideológicamente de los postulados de Lenin, al punto que el capitalismo y la democracia imperan en Rusia, así el péndulo del poder en este siglo siga moviéndose al sentir de este exagente de la KGB.