*Los informes de la OCDE
*Mantener la confianza en el país
Las previsiones de la OCDE, en cuanto al crecimiento de la economía colombiana para este año y los subsiguientes, son ciertamente positivas. Se quisiera, desde luego, crecer al seis o siete por ciento, de modo sostenido y sostenible, pero la cifra de entre 4.5 y 5.0 por ciento para las próximos años no deja de ser buena. En especial, claro está, en el entorno negativo de la región, donde escasamente Colombia, Perú y Paraguay tienen el viento de cola a favor.
No es la OCDE, exclusivamente, la única institución de categoría internacional que esté viendo de manera favorable a Colombia. Así ocurre con calificadoras de riesgo, bancos y entidades multilaterales, que han emitido conceptos provechosos en los últimos tiempos. Basta recordar que el FMI ha catalogado positivamente la situación colombiana y no menos consecuente es la reiterada opinión de mandatarios, tanto en Europa como en América, sin descontar algunos de Asia, en igual dirección. De hecho, tal vez sea la colombiana la única economía de la zona que, en efecto, resultó “blindada”, como dicen y decían de la crisis suscitada en 2008. Y de la cual hasta ahora se recomponen los Estados Unidos y aún pervive en partes de Europa.
Tampoco es secreto, por su parte, que en caso de llegarse verdaderamente a un proceso de paz, efectivo y duradero, el Producto Interno Bruto crecerá considerablemente por encima de los rubros actuales. Lo que significa que el país tiene posibilidades adicionales hacia el futuro. Además de ello, por supuesto, hay que apostarle al esfuerzo en la adecuación de la retrasada, inhóspita y casi inexistente infraestructura nacional, de forma que se pueda lograr la productividad y competitividad necesarias. Décadas de desidia, inversión casi superflua y un entramado jurídico kafkiano, por decir lo menos, a más de períodos incididos por crisis del exterior, llevaron al país a los despropósitos en viaductos, puertos y aeropuertos, que hoy son fáciles de constatar.
Cada vez, sin embargo, que se emite una cifra o previsión favorable para la nación, de inmediato salen algunos fatalistas, imbuidos de un pesimismo enfermizo, casi una melancolía patológica, a socavar a la opinión pública. Digamos que son las “Casandras”, que todo lo ven renegrido. De hecho, si en el 2015 no se crecerá en la cifras del 5 por ciento, en todo caso el 4.4 que prevé la OCDE sigue siendo plausible. Y en el 2016 la tendencia será a reencauzarse en los rubros de hoy. Digamos, pues, para no ir tan lejos, que la inflación se mantendrá en los índices adecuados que el Banco de la República, de unos lustros para acá, ha sabido estabilizar. Por su parte, en el tiempo por venir, el desempleo se mantendrá entre el 9 y 9.5 por ciento, promedio, muy lejos de lo que en su época llegó a registrarse como desempleo abierto, particularmente en jóvenes y mujeres. De otro lado, las inversiones en infraestructura y vivienda, lo mismo que las agropecuarias que se tienen previstas, generarán una expansión considerable del gasto público. Si bien habrá una tendencia a la contracción del crédito, impactando el consumo, no lo será en la manera dramática de otros tiempos.
A no dudarlo, hay retos sustanciales, entre ellos el de recuperar la industria. No obstante, de acuerdo con la encuesta empresarial de esta semana, hecha por Fedesarrollo, el valor exportado en dólares y los pedidos de exportación en el tercer trimestre de este año, retomaron el cauce. Por otra parte, pocas veces como hoy, especialmente en el trimestre en curso, el sector automotor había mostrado índices tan plausibles.
Por descontado, no puede decirse que no se avizoren nubarrones. Faltaba más, por ejemplo, que no exista preocupación por la excesiva dependencia del factor minero-energético, en el presupuesto general de la Nación, ni que la impactante baja de los precios del petróleo no deba ser cubierta pronto y decididamente con mayores volúmenes de exploración y explotación. Pero no sea ello óbice para no seguir confiando nacionalmente en la economía colombiana como por el contrario internacionalmente nos lo indican, casi suplican, mes a mes. No será la situación, claro, de Alicia en el país de las maravillas. Pero tampoco el infierno de las “Casandras” a que algunos nos quieren someter.