* Concertación, fórmula de la cohesión
* Lo que va de la paz difusa a la paz concreta
La polémica suscitada a raíz del otorgamiento de una licencia ambiental para un desarrollo petrolero en la zona de influencia del esplendoroso río donde se forma Caño Cristales, en el municipio de La Macarena, debería ser motivo de atención, no solo por el hecho mismo, sino por lo que supone hacia el futuro en lo que llaman el “posconflicto”. Y que es el caso típico de lo que comenzará a acontecer en las regiones en un país supuestamente exento de fuerzas irregulares y donde prevalezca el debate libre y abierto, dentro de los cauces institucionales, sobre la aplicación de las políticas públicas que permitan conjugar los intereses regionales y nacionales.
En principio, es indispensable decir que la zona de La Macarena fue librada, ya desde hace unos años, de la coyunda subversiva y era lo que denominaban, no solo la despensa y retaguardia principal de los grupos armados, incluso reputada de “capital” de la organización más preponderante, sino lugar prácticamente infranqueable para las fuerzas del orden. En la actualidad, con el Ejército debidamente establecido, puede afirmarse que La Macarena es la máxima expresión del triunfo de la soberanía colombiana y en tal sentido es símbolo de un poblado que, aun en medio de las vicisitudes más calamitosas, de haber sido abandonado y dejado negligentemente a su propia suerte, salió avante y lucha por recuperar el tiempo perdido.
Hoy Caño Cristales, cerca de La Macarena, es lugar de fácil acceso aéreo y las gigantescas posibilidades del ecoturismo, con la irremplazable biósfera del sitio como eje, es a no dudarlo norte y aspiración de una sociedad particularmente castigada por el terror y el ultraje permanente a la población civil. Es, por tanto, uno de los puntos que podría elevarse a la categoría de polo de desarrollo para lo que puede ser una nación en paz y su réplica posterior en otras áreas colombianas, con un adecuado manejo del territorio y las cláusulas ambientales incorporadas a una región con aptitud futurista.
Desde que se estableció, hace tres años, el área protegida del Chiribiquete como emblema de la Amazonía profunda, con sus dos millones de hectáreas resguardadas, se pensó en un corredor estratégico de desarrollo sostenible, como un gran distrito de manejo ambiental y productivo integrado, precisamente hasta la serranía de La Macarena, en el Meta, con Caño Cristales como distintivo de la región. Ello, desde luego, bajo el presupuesto de que el departamento no se debe exclusivamente a su riqueza petrolera, que aporta más del 50 por ciento de los recursos de hidrocarburos del país, sino que debe tener la oportunidad de expandir su valía en ganadería silvopastoril, agroindustria, ecoturismo y que también sea baluarte universitario y tecnológico para la aplicación directa de sus inmensas posibilidades.
En el sentido de lo anterior, no dudamos, pues, que Caño Cristales, no sólo por su simbología en el último devenir nacional, sino por todo lo que comporta en la identidad colombiana y su riqueza ambiental, aparte de ser un signo universal propio del departamento del Meta, debería tener tipologías similares a las de una Reserva de la Biósfera o elementos que puedan precaverse como insignia de un patrimonio ecosistémico de carácter mundial, bien sea homologando el método Ramsar para los grandes humedales o cualquiera que pueda inventarse o acordarse de estirpe nacional.
No se trata, por supuesto, de impedir los desarrollos productivos que deben salvaguardar, con el mayor rigor, los postulados ambientales convenidos entre las empresas y el ente regulador. Pero sí de expresar, con todas las letras, que Caño Cristales no es un lugar cualquiera y que cabe a las autoridades municipales y regionales una participación efectiva en la apropiación y desarrollo del territorio. No basta, en esa dirección, con las audiencias públicas en el otorgamiento de las licencias ambientales, puesto que muchas veces este requisito es superado a la ligera, llevado a cabo sin la debida convocatoria e inclusive desestimado, por lo cual no suele representar el pensamiento cierto de las zonas.
Por el contrario, un mecanismo indispensable hacia el futuro es el de la concertación. Se trata, a partir de esa vía democrática generalmente extraña al país, de conseguir el máximo ejercicio de cohesión social posible para emprender consensualmente el progreso económico y social, a partir de los vasos comunicantes entre las regiones y el gobierno central. Proponer ese instrumento es, por supuesto, la alternativa de la paz concreta frente a la paz difusa que emerge de hablar mucho de ella, como hoy resulta una categoría neurótica nacional, pero no de estructurar los mecanismos efectivos y prácticos para alcanzarla. Sea el caso de Caño Cristales un evento para emprender la dirección correcta.