*Hay explosión de estas campañas
*Deben sopesarse los pro y contra
La previsible explosión de candidatos que se inscribirán por firmas, en nombre de movimientos significativos de ciudadanos, para las elecciones de octubre próximo, abre de nuevo el debate en torno de si dicho fenómeno debe leerse como una apertura democrática saludable o si, por el contrario, evidencia que la crisis de convocatoria y representatividad de los partidos se mantiene.
Según lo indicó el Registrador Nacional, en entrevista dominical con este diario, ya hay más de 300 grupos significativos de ciudadanos, es decir, candidatos a gobernaciones, alcaldías y cuerpos colegiados regionales y locales que recolectan firmas para respaldar sus respectivas postulaciones.
Hay dos visiones al respecto. De un lado están quienes consideran que la misma ley electoral permite el surgimiento de estas alternativas políticas, y que ello es sano para la democracia porque viabiliza la consolidación de ideas independientes en el panorama democrático, dando al elector mayor opción de escoger y promover por la vía de las urnas los cambios que consideren requiere el país. Se combatiría así la exclusión política y se fortalece la democracia representativa. Es más, los defensores de esta clase de campañas electorales recuerdan que algunos de los partidos hoy consolidados iniciaron por la vía de las firmas.
Por otra parte están quienes sostienen que muchos de esos candidatos por firmas no son alternativos ni independientes, sino aspirantes y facciones políticas que por distintas circunstancias no lograron cupo o aval en colectividades tradicionales y con personería jurídica establecida, razón por la cual deciden que lo mejor es escindirse y crear ‘microempresas’ electorales, que fue uno de los flagelos que la última reforma partidista quiso acabar de tajo, al establecer umbrales mínimos de votación. No hay que olvidar que el país llegó a tener más de 60 partidos o movimientos con personería jurídica vigente y hoy por hoy no son más de quince.
Es muy complicado señalar cuál de las dos orillas tiene la razón, puede incluso que en ambas haya argumentos valederos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la explosión de partidos y movimientos dificulta el fortalecimiento y diferenciación ideológica y programática de los partidos con mayor potencial electoral. No se trata de defender la idea del bipartidismo o de la existencia de unas pocas colectividades como el modelo ideal o el más acertado, sino de advertir que no se puede caer en el extremo de que cita tras cita en las urnas se estén generando movimientos respaldados en firmas que no duran más allá del día de la elección, pues la gran mayoría desaparece tan rápido como irrumpió y carece de bases programáticas sólidas y reconocibles. De igual manera, no se puede desconocer que este fenómeno debilita la aplicación de los mecanismos de democracia interna, ya que si a un candidato o sector no le gusta la decisión de la mayoría de su colectividad, antes que someterse a ese dictamen democrático, simplemente decide armar toldo aparte.
Si bien no es la primera vez que se pone sobre la mesa este fenómeno electoral, es claro que a medida que pasan los años el número de candidaturas por firmas va creciendo. Incluso en materia de logística ya se genera un trabajo adicional, pues según lo indicado por la Registraduría lo calculado para este año es que se tendrán que revisar no menos de siete millones de rúbricas, con todo lo que ello implica en materia de recursos humanos y técnicos.
A la par también debe llamar a la reflexión el hecho de que finalmente un ciudadano puede firmar indistintamente para la creación de tantos movimientos significativos de ciudadanos como quiera, ya que no existe restricción alguna al respecto. De esta forma, no se crea un lazo directo entre candidato y elector, que permita establecer que hay una empatía política o programática entre quien pide una firma para postularse a un cargo y la persona que suscribe ese apoyo.
Obviamente estando a escasos meses de los comicios de octubre, no es momento de proponer una reforma al fenómeno creciente de los candidatos respaldados en firmas, si es que hay lugar a ella, pero sí deberá más temprano que tarde realizarse una reflexión al respecto y poner en la balanza los aspectos positivos y negativos. Un tema más para la tantas veces prometida pero nunca concretada reforma al Código Electoral.