* Aún no se supera fase crítica del Niño
* Gremios urgen más eficacia en ayudas
El fenómeno del Niño continúa afectando con intensidad a varias zonas del país. Si bien es cierto que en algunas regiones las lluvias empiezan a aparecer, en otras las altas temperaturas y la sequía siguen a la orden del día. Los pronósticos meteorológicos, tanto en el ámbito interno como externo, señalan que todavía no se supera la fase más crítica de la contingencia climática y que solo hacia abril la curva de intensidad empezará a declinar gradualmente.
En nuestro país en las últimas semanas la atención ha estado centrada en las alertas tempranas en torno al nivel de los embalses, columna vertebral de la cadena de generación hidroeléctrica, así como en la ola de incendios forestales. Frente a lo primero, aunque hay algunas represas que presentan un volumen de agua bajo, en el promedio nacional todavía hay margen de acción para responder con suficiencia, tanto a la demanda de energía como al servicio de agua potable. Sin embargo, varios centenares de municipios continúan en emergencia. Ya en lo que tiene que ver con las conflagraciones, el número, extensión e índice de afectación ha caído poco a poco, sin que se pueda bajar la guardia un segundo, como se evidenció en Bogotá la semana pasada.
Entre los flancos más preocupantes por el impacto del Niño, el del agro continúa a la cabeza. Febrero fue un mes particularmente drástico y el nivel de peligro solo empezaría a bajar gradualmente en la segunda quincena de marzo. Los ciclos de cosechas y de producción rural se han visto golpeados, pero afortunadamente sin llegar a instancias críticas. De hecho, esta sido una circunstancia clave para que no se haya disparado la carestía de los alimentos en el primer bimestre de este año, contribuyendo así a once meses de descenso consecutivo de la inflación, tarea en la que la política contracíclica del Banco de la República ha sido la principal protagonista.
Sin embargo, tal como lo indicó un informe publicado en nuestra edición dominical, los gremios de la agroindustria continúan con las alertas prendidas por el impacto del Niño. Aunque ponderan que las lluvias han aparecido poco a poco en algunas zonas, se continúa muy por debajo de los promedios históricos, en tanto que el reducido nivel de muchas represas, ríos, quebradas y demás puntos de agua ha dificultado los sistemas de riego y proveeduría del vital líquido a todas las actividades del campo. Incluso, dicho estrés hídrico ha forzado a una mayor inversión en insumos, abonos y otros productos y servicios, encareciendo la canasta de precios sectoriales.
De lo afirmado por los voceros de la Sociedad de Agricultores de Colombia y los nichos ganadero, lechero, cañero y arrocero se desprende que muchos productores han podido sobrellevar el fenómeno climático, pero se requiere una política más estructural y permanente de apoyo para acelerar la transición a cultivos y actividades agropecuarias más resilientes y alineadas con el desarrollo sostenible.
De igual manera, se constata que aunque se ha visto en alguna proporción el flujo de recursos de emergencia que anunció el Ministerio de Agricultura, los montos han terminado siendo claramente insuficientes frente a la gravedad de la coyuntura natural y, en algunos casos, simple y llanamente no se han recibido estos beneficios presupuestales, la asistencia financiera de emergencia y el apoyo técnico excepcional para paliar la crisis. Les ha tocado, entonces, a los productores ponerle el pecho a la difícil situación y tratar de mantenerse a flote.
Por el momento resulta claro que es imperativo que la cartera del agro y demás entidades bajo su órbita acelere el respaldo a los gremios del campo, no solo para continuar amortiguando el golpe del Niño, sino para poder emprender un programa de recuperación y fortalecimiento eficiente y rápido a corto plazo. Esto resulta más urgente porque ya se anuncia para finales de 2024 y comienzos de 2025 la posibilidad de que se presente el fenómeno de la Niña, que se distingue por un aumento sustancial de los promedios históricos de lluvias y ciclos de muy bajas temperaturas.
Más allá de las discusiones etéreas y claramente politizadas sobre el norte de una reforma agraria y el cuello de botella en la promesa gubernamental sobre entrega y titulación de tierras productivas, es innegable que la Colombia rural requiere su propio plan de choque para poder levantarse después de esta contingencia climática y en la antesala de la otra. Hay muchas políticas e incluso recursos asignados, pero su flujo hasta el productor de base es muy lento y con una alta dosis de burocratismo y populismo. A ello se suma que la inseguridad y el desorden público vienen aumentando en los campos y regiones suburbanas. Es momento, entonces, de apostar por la eficacia y proactividad en la estrategia de respaldo al sector agroindustrial y al campesinado. Menos discursos, más acción.