Nadie duda de la necesidad de apretar el acelerador en el combate al cambio climático. Esta es una tarea urgente, más aún porque el promedio de la temperatura mundial va subiendo año tras año, marcando récords y poniendo en evidencia que el calentamiento global no se detiene.
De hecho, los informes que advierten sobre esta preocupante circunstancia cada vez son más recurrentes y alarmantes. Ayer, por ejemplo, como antesala a la Cumbre sobre Cambio Climático, COP 28 que se realizará en Dubái a finales de este mes, se conoció un nuevo reporte según el cual las emisiones de gases efecto invernadero, específicamente de gas carbónico, solo bajarían a un 2% al término de esta década.
En ese orden de ideas, para los expertos de Naciones Unidas es necesario que todas las naciones aceleren el cumplimiento de sus metas locales en materia de reducir la emisión de gases contaminantes, ya que esa 2% de disminución está muy lejos del 43% que recomiendan, como meta ideal, los expertos si en verdad se quiere neutralizar la amenaza climática para la actual y sucesivas generaciones.
Así las cosas, lo que se espera de los compromisos que se asuman por los asistentes a la COP28 es que dejen de lado las promesas y aterricen cronogramas reales y verificables sobre las políticas de cada país en materia de combate al calentamiento planetario, que no solo es hoy el causante de gran parte de las tragedias de origen natural en todo el planeta, sino que, además, ya está afectando la preservación de los recursos naturales, poniendo en peligro la biodiversidad y deteriorando la calidad de vida de millones y millones de personas en todo el globo.
Sin embargo, es necesario llamar la atención sobre el margen de acción que tienen los países para cumplir con su cuota de reducción de los gases de efecto invernadero. Mientras las grandes potencias, con China, Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, que son las naciones que más contaminan, no apliquen compromisos más efectivos en la materia, de poco servirán los esfuerzos que haga el resto de las naciones, ya que su porcentaje de emisión es mínimo.
Incluso, son las grandes economías las que hoy están demandando más cantidades de energías de origen fósil, especialmente petróleo, gas y carbón. Mientras esa tasa de consumo no disminuya de manera sustancial y sea reemplazada por energía sostenible, poco o nada se avanzará en la materia. De nuevo, aquí, la decisión clave está en las principales potencias más que en el resto de la comunidad internacional.