La idea de que el planeta pueda modificarse tal y como es conocido hoy no suele tener cabida en la mentalidad contemporánea. De hecho, se piensa que los recursos naturales son inagotables y que así se podrá vivir por centurias más. Pero no es cierto. Ya existe prácticamente un consenso dentro de la ciencia universal que de continuar así, explotando los recursos sin equilibrios medioambientales, la raza humana corre peligro tal y como la conocemos en la actualidad. Así lo confirmó recientemente el último estudio sobre el cambio climático en el mundo. Los gases de efecto invernadero que existen en la biosfera se componen de nitratos, carbonos y metanos, entre otros, y han venido acumulando una gigantesca cantidad de dióxido de carbono, lo que, a su vez, ha incrementado la temperatura global. Esto supone, por su parte, un hecho bastante sencillo que, sin embargo, se daba por descontado de antemano y era que el clima resultaba invariable. Siendo esto así no se tenía como un elemento importante a considerar en las diferentes actividades humanas, salvo por las tradicionales estaciones de invierno, verano, primavera y otoño. Todo ello, no obstante, ha venido desquiciándose justamente porque el nivel de gases de efecto invernadero, que regulaban el clima del planeta, se ha salido de madre y, de seguir así, llegarán a un punto en que la vida humana puede hacerse inviable.
Lo anterior es lo que ha vuelto a asegurar el último informe del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), de casi 900 científicos, provenientes de 85 países que laboran para las Naciones Unidas, a los efectos.
No se trata, ciertamente, de dramatizar o de dividir el orbe entre quienes creen en las consecuencias del cambio climático y quienes, por el contrario, lo consideran un asunto irrelevante y caprichoso. El cambio climático, como se ha dicho una y mil veces, llegó para quedarse y no es precisamente por causas naturales que ello se esté produciendo, sino por las industrias de chimenea, la agricultura y la ganadería mal entendidas, especialmente. Son de ahí de donde derivan la gran cantidad de gases de efecto invernadero y ello es un hecho contundente que merece toda la consideración del caso. Fundamentalmente, esta situación proviene casi en un 60% de lo que sucede en Estados Unidos y la China, de suerte que existe allí una responsabilidad universal que es dable de demandar continuamente.
Colombia, que solo aporta el 0.37% de esta situación, tiene un importante escenario global para exigir modificaciones ya que hoy se ubica como uno de los países, al lado de la India y Pakistán, de mayor impacto por el cambio climático. En efecto, en el país son evidentes, cada día más, los cambios del clima, hasta el punto de que los fenómenos de El Niño y de La Niña, es decir, sequías insostenibles y torrenciales aguaceros, se vienen produciendo con mucho menos intervalos que antes y mayor intensidad que nunca. Es un hecho, por ejemplo, que los glaciares colombianos no tienen sino un pronóstico de existencia de 50 años y los ecosistemas han sufrido desmesuradamente las vicisitudes climatológicas.
El cambio climático, efectivamente, llegó para quedarse. Una agenda mundial que lo contrarreste, para el 2020, como lo ha propuesto Naciones Unidas puede ser muy tarde. Importante que para la próxima agenda del medio ambiente, en 2015, se den pasos categóricos y con ellos salvar un tiempo más que precioso. Hay que actuar desde ya: aquí y ahora.