* 2015, año record en temperatura
* Del ambientalismo a la supervivencia
El 2015 fue confirmado ayer como el año más caluroso desde finales del siglo XIX. Y lo que es peor aún, marcó un récord frente a 2014, que ostentaba ese triste galardón, lo que pone en evidencia que el calentamiento global no es un fenómeno menor y que los estudios científicos de algunos grupos en Estados Unidos y otras partes del mundo tratando de señalar que el cambio climático no existe, simple y sencillamente no tienen piso alguno.
El informe de la agencia estadounidense Oceánica y Atmosférica, (NOAA por sus siglas en inglés) recalca que la temperatura media en tierra y océano fue de 0,90 grados centígrados sobre el promedio registrado en el siglo XX y desde que se están tomando estos registros, es decir, desde 1880. Como si fuera poco, el pasado diciembre también fue el mes más caluroso de que se tenga registro. De esta forma, este siglo se confirma como el de más altas temperaturas en las últimas centurias, lo que se comprueba en el seguimiento de la NOAA, según el cual, en los últimos 15 años se ha roto el récord de calor en cuatro ocasiones, lo que significa que el calentamiento global ya es irreversible y no, como se pensaba décadas atrás, un fenómeno transitorio cuyos efectos no durarían más de 20 años.
Al decir de los expertos, este informe de la NOAA, ya de por sí dramático, si se hubiera conocido en diciembre pasado podría haber sido determinante para que los líderes mundiales que asistieron a la conferencia sobre el clima y cambio climático, COP21, en París, hubieran sido más audaces a la hora de fijar las meta mínimas para la reducción de emisión de gases efecto invernadero, Si bien es cierto que en 2015 empezó a madurar en la zona tórrida del planeta El Niño, aumentando la temperatura oceánica, no es descabellado prever que este 2016, que arranca registrando la fase más alta de este fenómeno climático, tenderá a ser más caluroso que el anterior , y por esa vía entonces crece el riesgo de que los record anuales se vayan rompiendo consecutivamente en esta década. Desde ese punto de vista ya ayer se escuchaban voces especializadas advirtiendo que si esta situación llega a confirmarse, las medidas adoptadas en la COP21 para contener en dos grados centígrados el aumento de las temperaturas podrían resultar clara y abiertamente insuficientes. Un campanazo que se hace más preocupante si al informe de la NOAA se le suman los resultados de otro estudio, conocido el pasado lunes en la prestigiosa revista Nature Climate Change, según los cuales los océanos, que absorben el 90 por ciento del calor adicional provocado por el calentamiento global, han aumentado dicho proceso en las dos últimas décadas lo que, a juicio de los expertos, podría convertirse en una especie de “bomba de efecto retardado” ya que en algún momento ese choque de temperaturas va a modificar las corrientes marinas y atmosféricas, variando de forma más drástica el sistema climático mundial.
Todo lo anterior resulta especialmente complicado para Colombia que es considerado uno de los tres países más vulnerables, en todo el planeta, a los efectos del cambio climático. Ya el Ideam ha advertido en los últimos días que se están registrando temperaturas récord en distintas partes del país y que esa situación se agravará, aún más, porque faltan por lo menos de cinco a seis semanas de la etapa más drástica del fenómeno de El Niño. La sequía que azota a gran parte del territorio nacional se extenderá incluso hasta finales de febrero y los racionamientos consecuentes de agua, en más de 150 municipios, podrían ampliarse a un número similar de poblaciones. El panorama desértico que se ve en muchas zonas de cultivos de pancoger o la impactante visión de ríos cuyo cauce está totalmente seco, ponen de presente que si nuestro país no acelera los programas de adaptación y mitigación al cambio climático, las consecuencias humanas, sociales, económicas y ambientales serán catastróficas.
Pero no se trata de un compromiso o una exigencia que debe hacerse única y exclusivamente al Estado. En realidad, todos estamos llamados a ser combatientes de primera línea en la lucha contra el cambio climático. Adoptar -y no sólo en época de emergencia- actitudes de uso racional del agua y la energía eléctrica, no puede convertirse en un sistema rogatorio de las autoridades, sino que cada individuo debe asumirlas de forma consciente y permanente. Cuidar las cuencas de los ríos, proteger las zonas boscosas, disponer adecuadamente de los desechos, incentivar métodos de producción limpia y autosostenible, hacer del reciclaje una práctica obligatoria, entre muchas otras medidas, no deben ser vistas como una simple postura opcional ambientalista y ecológica, sino como un método de supervivencia humana.