· Temer empieza a reconstruir el gobierno
· Democonservatismo de salvación nacional
La suspendida mandataria brasileña Dilma Rousseff se encuentra cercada por el juicio político que le hará el Senado, tras las sucesivas derrotas para impedir que la sacaran del poder, incluso alegando que se trataba de un “golpe de estado”. Cada vez le es más difícil aclarar su participación en la burla a las leyes presupuestarias por el afán de esconder el déficit, maquillar las cifras de la economía y favorecer su reelección. Se recuerda cómo en esa reñida campaña proselitista su causa tuvo el apoyo de cuantiosos fondos que salieron de negocios ilegales de empresarios y políticos con Petrobras, empresa de la que ella fue presidente de la junta directiva durante el gobierno de Lula y en la que después, como jefa de Estado, sus agentes dispusieron a su antojo de los multimillonarios dineros de las regalías.
Hoy parece evidente que Rousseff, atrapada en la propia fosa que cavó durante su desastrosa gestión, resolvió equivocadamente romper con Michel Temer, el hoy presidente de Brasil, lo que derivó en la pérdida del respaldo del partido que este dirige con suma habilidad y que es, además, una de las fuerzas más poderosas de tan gigantesca nación. Los expertos señalan que la desesperación de la mandataria nubló su visión y la llevó a romper con el partido que le garantizaba seguir en el poder y con el hombre fuerte del mismo, un frío y astuto negociador que sabe esperar, anidar o desenrollar la madeja de la compleja política partidista que mueve los hilos del poder.
Tras el accidentado relevo en el poder, la comunidad internacional aún no se recupera de las sorpresas que ha deparado la crisis de Brasil y la caída de su economía, precisamente cuando se creía que seguiría en las grandes ligas de las potencias.
Es por eso mismo que es grande la expectativa por la gestión de su sucesor que, de entrada, anunció que mantendrá la política social aplicada en la última década, pero ajustará otros renglones clave. Su programa de “salvación nacional”, que se filtró en una grabación que atrajo la ira de la entonces Presidenta y el interés de los medios y analistas, se compromete a devolver la seguridad y favorecer la inversión nativa y extranjera, así como a garantizar el respeto a la ley y, sobre todo, combatir la corrupción. Todo ello en paralelo a una reducción del tamaño del Estado, empezando por eliminar varios ministerios.
De esta forma el gobierno de Temer, quien inicialmente estará por 180 días si la defensa de Rousseff consigue evitar su destitución, ya empieza a mostrar no solo que espera estar en el poder por más de un semestre, sino que tiene una visión de conjunto de la realidad nacional y las medidas urgentes para activar la economía, pese a la herencia funesta de la izquierda.
De allí que el nuevo Presidente tenga claro que es imprescindible reconstruir los fundamentos de la economía brasileña para mejorar significativamente el ambiente de negocios públicos y del sector privado. Sólo así podrá retomar su ciclo natural de invertir, producir, generar empleo y renta. Otra de sus prioridades para devolver la confianza consiste en recuperar el clima de tranquilidad en el país, dado que se libran varias guerras sociales, como la de los “Sin tierra” que invaden predios en los campos y la que las pandillas que, aliadas a políticos sin escrúpulos, imponen su ley de sangre y fuego por el control de los negocios ilícitos en las favelas. Para ello Temer propone rescatar la unidad nacional partiendo de defender la ley y el orden.
Buena señal fue la destitución fulminante del presidente de Petrobras, un curtido economista que ocupó cartera ministerial en el gobierno de Cardozo.
Lo cierto es que en medio de la incertidumbre y la desesperación de los sectores populares duramente golpeados por la recesión, la democracia de Brasil se empieza a recuperar de la mano de Temer, quien respeta las instituciones y, a diferencia de su antecesora, no persigue a la oposición. También hay expectativa sobre su anuncio de una política internacional abierta y de acercamiento con sus vecinos, sin caer en trampas ideológicas. El titular de la Cancillería ha precisado que la diplomacia volverá a reflejar de modo transparente e intransigente los legítimos valores de la sociedad brasileña y los intereses de su economía, al servicio del país como un todo y no de las conveniencias y preferencias ideológicas de un partido político y sus aliados en el exterior.
Brasil, entonces, parece empezar a resucitar y si bien la tarea pendiente es muy grande, hay buenas sensaciones por las primeras medidas del gobierno Temer.