- Todo listo para fase crítica de pandemia
- Disciplina social, la mejor arma sanitaria
Los modelos epidemiológicos coinciden en que Colombia está transitando la fase más crítica de la pandemia del Covid-19. De hecho, a finales de junio la propia Organización Panamericana de Salud (OPS) ya había advertido que julio sería el mes de mayor cuidado en nuestro país, pues sobrevendría el pico de la enfermedad viral, que suma ya casi 146 mil casos confirmados y más de 5.100 decesos. El aumento en el índice diario de contagios y de fallecimientos en lo corrido de este mes confirma esas previsiones de las autoridades sanitarias locales e internacionales.
Es más, la evolución de la curva viral permite establecer que mientras en algunas regiones del país ya se está pasando por el momento más delicado, en otras ello solo ocurrirá en las próximas semanas. Es decir, no habrá un solo pico a nivel nacional sino que será muy zonificado, tal como lo evidencia el análisis de los datos de contagios y decesos, en donde queda en evidencia cómo el impacto en los departamentos y zonas más pobladas del país es desigual, ya que mientras en algunos ya tiene una lenta pero sostenida tendencia a la baja, en otros ocurre todo lo contrario. Incluso, ahora que se aceleran los ritmos de apertura y reactivación productiva y de otras actividades comerciales, institucionales, deportivas y hasta sociales, siempre y cuando no impliquen aglomeraciones ni violar las normas básicas de bioseguridad, sobre todo en aquellos municipios con cero o bajo nivel de contagios, es posible que la evolución epidemiológica empiece a diferenciarse aún más por factores regionales. Ello explica, en gran parte, porque el Aislamiento Preventivo Inteligente se extendió esta semana hasta el 1 de agosto.
La mayor prueba de la necesidad de que cada ciudad o departamento adopte ese tipo de estrategias locales, acorde con su realidad sanitaria es, precisamente, Bogotá, que a partir de mañana empezará a aplicar un sistema rotativo de cuarentenas estrictas por bloques de localidades, con algunas pocas excepciones. Tras una reunión el viernes pasado entre la Administración Distrital y el Gobierno nacional se decidió, de manera coordinada, abocar este modelo de restricciones zonales a la movilidad ciudadana y las actividades productivas por un lapso de alrededor de cinco semanas. El objetivo no es otro que frenar la curva de contagios y fallecimientos en medio de la fase más crítica de la pandemia en la capital del país. De hecho, ya en otros países latinoamericanos que empezaron desde marzo o abril sus respectivos confinamientos, se ha procedido a estrategias similares. Es decir, que se permite la flexibilización de las cuarentenas pero cuando los modelos epidemiológicos muestran que llega el pico de la pandemia se vuelve a reconfinar, pero de manera más focalizada.
Está claro que la capital del país, desde el 19 de marzo, cuando comenzó con el piloto de cuarentena, se ha estado preparando para esta etapa de máxima alerta. De hecho, más allá de algunos desencuentros y polémicas, lo cierto es que el esfuerzo conjunto entre el Distrito y el Gobierno nacional ha permitido un aumento significativo en apenas cuatro meses del número de Unidades de Cuidado Intensivo, el volumen de pruebas diarias para detectar y aislar casos positivos así como de toda la infraestructura sanitaria y el talento humano médico de la ciudad y sus alrededores.
Sin embargo, hay que ser claros: la capacidad del sistema de salud no es ilimitada y, de hecho, ya una parte importante de las camas UCI están ocupadas con pacientes críticos de Covid-19. Hasta el momento, el control de la curva epidemiológica ha sido adecuado, y ello se evidencia en que las tasas de velocidad de contagio así como de letalidad en Bogotá son menores que las del promedio nacional y de muchas capitales latinoamericanas. Pero en pleno pico de pandemia la prevención debe multiplicarse. Y es allí en donde la disciplina social es más importante y vital que nunca. Cada bogotano, al aplicar las normas de bioseguridad y evitar caer en situaciones de riesgo de contagio, no solo está cuidando su vida, sino de la su familia y la comunidad en general. No se puede poner un policía o un uniformado en cada cuadra o esquina para controlar que la ciudadanía cumpla con las restricciones.
Esta es, de lejos, la emergencia más grave para la ciudad en las últimas décadas y depende de cada persona que podamos superarla con el menor costo en vidas posible. Es el mayor reto a la ética individual y cada quien debe asumirlo con responsabilidad y conciencia. No es momento de divisiones ni polémicas menores. Solo la unidad nos permitirá afrontar positivamente este desafío.