Un campanazo de alerta dio ayer la Organización Meteorológica Mundial (OMM), según la cual las temperaturas subsuperficiales de las aguas del Océano Pacífico tropical se han elevado hasta niveles similares a los que suelen registrarse antes del inicio de un episodio de El Niño.
De acuerdo con la entidad, que depende de la ONU, los modelos climáticos estudiados predicen un calentamiento progresivo del Pacífico tropical durante los próximos meses. Con base en ello se concluye que “la mayoría de modelos indican que podría producirse un episodio de El Niño hacia la mitad del año, aunque aún es demasiado pronto para determinar cuál será su intensidad”.
No hay que olvidar que El Niño se caracteriza, según la misma OMM, por temperaturas inusualmente cálidas de la superficie del océano en la parte central y oriental del Pacífico tropical, lo que repercute de forma importante sobre el clima de muchas partes del mundo y eleva las temperaturas de todo el planeta. Su fenómeno opuesto esLa Niña, que está asociado al enfriamiento y a regímenes intensos de lluvias.
Aunque se trata de una alerta temprana es claro que es necesario empezar a tomar medidas preventivas desde ya, sobre todo en Colombia, pues la mejor manera de enfrentar esta clase de contingencias climáticas extraordinarias es fijar con tiempo suficiente los planes estructurales de reacción en caso de que los pronósticos se confirmen.
Ya el Ministerio de Minas anunció que no hay riesgo de un racionamiento, pues la cadena de generación hidroeléctrica y termoeléctrica da un colchón suficiente al país para garantizar el suministro ininterrumpido del servicio. Es más, se espera que con el arranque en esta segunda quincena de abril de la temporada invernal se pueda recuperar el nivel de los embalses para afrontar un período seco que podría ser intenso.
Aún así no se puede perder de vista lo que ha sucedido en las últimas semanas en distintas zonas del país, en especial en Casanare, en donde la sequía ha golpeado de manera muy fuerte. Igual en otras regiones las altas temperaturas han llevado a la proliferación de incendios forestales así como a la afectación de la producción agropecuaria. Incluso ha sido necesario que desde las esferas nacionales, regionales y locales se apoye a determinadas comunidades muy golpeadas por las canículas, incluso ya varios gremios rurales claman por programas de ayuda más focalizados para los cultivadores.
Precisamente es por esta coyuntura que el país debe, desde ya, definir un plan de contingencia frente al riesgo del fenómeno de El Niño en el segundo semestre. Y ello no sólo desde el punto de vista de prevención y atención de emergencias y desastres, sino desde una instancia interinstitucional que reuniendo voces del sector público y privado permita establecer medidas de corto plazo para amortiguar los impactos ya conocidos de una temporada seca en extremo.
Previsión sobre aumento de inventarios de productos agrícolas, perforación preventiva de pozos de agua, vigilancia al extremo de cauces fluviales, adecuación de más distritos de riego o acelerar la puesta en funcionamiento de algunos embalses o la ampliación de su capacidad de almacenamiento, deberían hacer parte de una estrategia desde ahora, con un alto funcionario responsable que esté dando periódicamente informes de avance. De igual manera incentivarse las campañas para promover entre la población el uso racional del preciado líquido, pues así el régimen de lluvias esté por comenzar, es necesario cuidar lo más posible el nivel de los embalses para llegar a julio con topes superiores a la media histórica.
La alerta, pues, está dada y no hay excusa desde ningún punto de vista para que una eventual sequía intensa en el tercer trimestre del año coja a Colombia fuera de base en materia de prevención del efecto climático.