Una verdadera prueba de fuego viene para el Congreso con la elección en las próximas semanas del nuevo titular de la Contraloría General y los magistrados del Consejo Nacional Electoral.
Aunque se trata de procesos eleccionarios que siempre se dan al comienzo de los cuatrienios parlamentarios, en esta ocasión tendrá una significación política mayor, no sólo por cuenta de un Congreso en donde los bloques de oposición son mayores a los de los últimos gobiernos, sino porque la opinión pública pocas veces ha estado tan atenta a todo lo que pasa en el Senado y la Cámara por cuenta también de que ahora ocupan escaños desde un expresidente hasta dos excandidatos a la Casa de Nariño.
En vista de todo ello es claro que las mesas directivas del Congreso así como los mismos partidos y las bancadas tienen que acordar todos los mecanismos de transparencia para abordar ambos procesos, siempre atados al centímetro al Reglamento Interno y las demás normas sobre escogencia de estas altas dignidades. Esas reglas del juego deben quedar claras para todos los parlamentarios y las garantías deben ser equitativas, para que los tres ternados a Contralor General y los que aspiren a reelegirse en el CNE o llegar por primera vez a ese alto tribunal, tengan la posibilidad de exponer sus visiones ante los congresistas.
Desde ya es imperativo que estos procesos queden absolutamente blindados desde el punto de vista de reglas del juego y acatamiento estricto al Reglamento, de forma tal que en normal y libre juego político de las bancadas para definir sus apoyos a uno u otro aspirante, no dé lugar a polémicas innecesarias y gratuitas que desgasten la imagen de un Congreso que apenas sí está arrancando y genera mucha expectativa en el país por sus resultados a corto, mediano y largo plazos.