- Extremar la cuarentena bananera en La Guajira
- Venezuela, creciente problema de bioseguridad
La seguridad fitosanitaria es hoy por hoy uno de los elementos más importantes en el mayor o menor grado de la competitividad de los productos agropecuarios de cualquier país. Las falencias en este campo suelen ser muy costosas, no solo por la obvia disminución de la rentabilidad de los productores sino porque los mercados internacionales, bajo el principio de precaución y protocolos de bioseguridad cada vez más estrictos, tan pronto como sospechan de un riesgo, o este es alertado por las organizaciones rectoras globales en la materia, no dudan en restringir precautelativamente las importaciones de productos de la nación bajo la lupa.
En ese orden de ideas es entendible la movilización institucional que se ha generado en Colombia luego de que el ICA activara días atrás un plan de contingencia en cuatro fincas bananeras de La Guajira con el fin de determinar si el marchitamiento en algunos cultivos de esos predios, ubicados en Riohacha y Dibulla, podrían tener relación con la posible presencia de una enfermedad ocasionada por el Fusarium Raza 4 Tropical, Foc R4T, también conocido como hongo “mal de Panamá”. Se trata de un agente patógeno que ataca las plantas de forma agresiva y que se caracteriza por un alto nivel de propagación y su larga duración en los suelos.
Atendiendo a los protocolos internacionalmente establecidos, el Ministerio de Agricultura, el ICA, los gremios productores y las entidades de control fitosanitario a nivel local y regional en ese departamento se declararon en alerta temprana. De esta forma no solo se puso en marcha un mecanismo de diagnóstico para comprobar científicamente si existe algún tipo de riesgo, sino que se activó un paquete de medidas de cuarentena estricto para supervigilar el tráfico de material vegetal y de personas en esas cuatro fincas y sus alrededores. Para ello se instaló hasta un Puesto de Mando Unificado.
Se trata de una situación delicada, es claro, pero controlable si se aplican los protocolos al pie de la letra. Ante algunas desinformaciones y alarmismos en redes sociales, lo primero que debe precisarse es que lo que existe es una “sospecha”, pues solo la semana entrante se dará a conocer el resultado de los exámenes fitosanitarios realizados a las plantaciones de esos cuatro predios. En segundo lugar, tanto el Ministerio como el ICA y los gremios de banano y plátano han sido muy diligentes para aplicar todos los controles del caso. Los monitoreos preventivos en otros cultivos de La Guajira e incluso del Magdalena no han evidenciado riesgo alguno. Tampoco hay alarma en el Urabá, que es una zona mucho más lejana. En tercer lugar, es de anotar que el hongo no ataca a la fruta como tal, es decir al banano o el plátano, sino a la planta, razón por la cual no hay ningún riesgo para el consumo de estos productos a nivel local o externo, y por lo tanto las exportaciones no se verían afectadas. De hecho, en los principales mercados internacionales, como Europa, se importa banano de países de Asia y otras latitudes en donde ya está confirmada la presencia del Fusarium Raza 4 Tropical.
Para un país que, como Colombia, produce más de 106 millones de toneladas de banano al año, blindar este cultivo es clave, más en estos momentos en que el área sembrada y el volumen de exportaciones crecieron, según las cifras de 2018. No en vano ya ocupa el cuarto lugar a nivel continental, apenas superado por Ecuador, Costa Rica y Guatemala. Es más, en cuanto al agro es el tercer rubro en exportación, tras el café y las flores. Y la urgencia es mayor si se tiene en cuenta que la Unión Europea es el principal destino de las ventas externas (recibe el 65% de esa fruta), seguida de Reino Unido y Estados Unidos. Esos tres mercados, como es sabido en el comercio internacional, son los más exigentes en materia fitosanitaria y de bioseguridad.
Por lo pronto hay que confiar en que el plan de contingencia aplicado en La Guajira, sobre una extensión de cultivos que no supera las 150 hectáreas, funcione de manera eficiente. Como se ve, hay mucho en juego y no puede existir el menor error o flexibilidad en la cuarentena, sobre todo en la destrucción definitiva de los cultivos sospechosos.
Aunque todavía no han terminado los estudios epidemiológicos, a fin de determinar las posibles vías de ingreso del hongo, no deja de preocupar que esta alerta se produzca en una zona de alta conexión con Venezuela, en donde los controles fitosanitarios son casi nulos, tal como se evidenció en los brotes de aftosa del año pasado. Igual ocurre con la salud humana, ya que la deficiente o inexistente vacunación en ese país está llevando a epidemias de enfermedades ya controladas en la mayoría de Suramérica. Ese es un tema que, a la par de neutralizar la crisis humanitaria y la necesidad imperiosa de acabar con el régimen dictatorial, la comunidad internacional tiene que plantearse con más urgencia y capacidad de acción.