*Dignificación del reciclador
*La pirámide social
Uno de los mejores negocios en las grandes urbes modernas es el de la basura, recogerla, seleccionarla, clasificarla, organizarla y procesarla, produce utilidades por miles de millones. Han surgido destacados artistas que suelen deambular por los botaderos de basura para recoger objetos y restos de materiales de obras, que con el trabajo de restauración y la imaginación, producen esculturas y obras de arte. Lo mismo que los arquitectos y maestros que se dedican a obras de restauración de antiguos edificios, rescatan los materiales que otros botan, para utilizarlos en sus valiosos trabajos. Los cartoneros o recicladores se han convertido en figuras familiares de nuestro tiempo, que recorren a lo largo y ancho las calles buscando en las canecas papel y elementos que comercializan, los cuales, en ocasiones, son transformados por los especialistas o recobran su vida útil. Se calcula que unos 15 millones de trabajadores en el mundo se dedican a limpiar las ciudades y recoger lo que otros abandonan, para venderlo a quienes vuelven útil esos desperdicios. Lo mismo que se redondea la cifra de los que se dedican a ese trabajo en Hispanoamérica en unos 4 millones de personas. En algunas partes de nuestra región son estigmatizados y las comunidades y autoridades locales persiguen sistemáticamente a los cartoneros, que no solamente se dedican a esa dura labor, sino que en algunos casos viven hacinados en las zonas degradadas de la ciudad y se cubren con periódicos en las noches para sobrevivir.
Lentamente en el mundo la imagen de ese ser que denominan con desprecio “desechable” va cambiando. Se trata, no pocas veces, de víctimas de la violencia que vieron cómo la subversión incendiaba sus hogares y salieron sin rumbo por los caminos de Colombia, sufriendo toda suerte de iniquidades y por falta de conocimientos, condenados a efectuar los trabajos peor pagos y que suelen ser rechazados por otros, como es recoger los detritus malolientes, portadores de bacterias y enfermedades contagiosas mortales. Labor que realizan en las horas de la noche mientras los ciudadanos duermen, no faltan los que mezclan el delito con la tarea de recoger objetos en las canecas de basura. Lo interesante es que con el tiempo se van dando cuenta de cómo el negocio de la basura puede dar excelentes beneficios, en particular si unen fuerzas y se organizan los mismos “cartoneros”. Quienes, por lo general, suelen salir en parejas que arrastran pesadas y rústicas carretillas, con los niños y el perro, en afanosa búsqueda de algún objeto de valor, de envases, vidrios, cartón, papel, plásticos y telas. Es así como en la medida que abren los ojos y salen del vicio o superan las enfermedades pulmonares que los suelen aquejar, unos cuantos de esos trabajadores de la noche se unen y consiguen romper la cadena de intermediarios, con lo que obtienen mejores dividendos por su trabajo. Pronto mejoran sus ingresos y su aspecto, es común verlos conseguir un trasporte de motor o bicicletas, usar guantes y uniformes que los protegen del contacto con objetos contaminados, que puede ser fatal.
En otras ciudades más avanzadas la basura es un gran negocio, al clasificarla y combinar tecnologías, es posible obtener gas, productos que se tornan más sólidos y flexibles, por lo que sirven para tapar huecos y reparar las vías; sistema que ha dado resultados en países como Alemania. Colombia produce unos 10 millones de toneladas de detritus al año. Bogotá lleva la delantera con unas 7.000 toneladas diarias, el resto del país unos 27.300 millones de toneladas. Esa cantidad de basura se puede convertir en una rica fuente de ingresos, lo mismo que facilita que elementos de la base de la pirámide social puedan romper la presión que los agobia y subir en la escala social, incluso convertirse en prósperos empresarios. En los países con más sensibilidad social se compara a los cartoneros o recicladores, con las hormigas que cumplen un papel estelar ecológico en la naturaleza recogiendo cuanto pueden cargar y haciendo limpieza sin desfallecer. Los verdes de la ecología, estiman que se debe respetar a estos trabajadores que se sacrifican para que las ciudades no terminen asfixiadas por la basura que producen diariamente. Se calcula que cada habitante produce un kilo de basura y más. Las autoridades policiales y locales deben dejar de mirar como enemigos de la sociedad a quienes desde la oscuridad le sirven. Es preciso contribuir a que se organicen mejor y puedan estar en condiciones de administrar sus negocios, lo mismo que contribuir a facilitar que puedan asimilar las experiencias de otros países.