* Abaratar crédito es solo parte de la solución
* Urge un plan de reactivación sólido y eficaz
La decisión de la junta directiva del Banco de la República en torno a bajar su tasa de interés de referencia constituye una buena noticia para el país. No solo porque abarata el costo del dinero y va en la dirección de incentivar las alicaídas inversiones y el dinamismo empresarial, elementos vitales para tratar de revertir la descolgada económica, sino porque envía una señal a los mercados en cuanto a que la inflación se encuentra aún bajo control, pese al surgimiento de nuevos ejes de presión, como el impacto del fenómeno de La Niña o los incrementos en peajes y diésel, entre otros.
Una señal positiva más urgente si se tienen en cuenta las alarmas prendidas por cuenta de la crisis de caja en las finanzas gubernamentales, el obligado recorte presupuestal inicial de 20 billones de pesos, el encarecimiento de la deuda pública y las alertas lanzadas por las firmas calificadoras de riesgo en torno al deterioro de las notas de Colombia.
En ese orden de ideas, disminuir las tasas en cincuenta puntos básicos para dejarlas en 11,25% se confirma como una muestra de coherencia en la política monetaria. De hecho, debe destacarse que dos de los codirectores del Emisor propusieron que la rebaja fuera de hasta 75 puntos, lo que permite inferir un horizonte de confianza en la mayoría de los indicadores macro y micro que se analizan para tomar este tipo de decisiones.
Sin embargo, algunos expertos habían señalado que el Banco podría no reducir las tasas, sobre todo porque la tendencia a la baja de la inflación se estancó en mayo por primera vez tras más de un año. A ello se suma que la inflación anual de alimentos superó lo previsto al aumentar de 3% a 4,4%.
Ahora bien, los analistas señalan que hay que medir en su justa proporción el impacto de la rebaja de las tasas de interés, sobre todo de cara a no sobredimensionar sus efectos. Por ejemplo, resulta claro que la disminución de estos tipos es muy positiva, pero no se puede desconocer que el sector financiero ha ido más allá. Incluso, hay varios bancos que han aplicado alivios más sustanciales en el costo de sus principales productos de crédito, al tiempo que la tasa de usura ha caído de forma marcada en el último año.
Por otro lado, como lo hemos reiterado en estas páginas, es urgente que el Gobierno, de una vez por todas, se decida a aplicar un plan de reactivación económica sólido y estructural. Pensar que con la sola rebaja de los intereses el aparato productivo levantará cabeza, es un error mayúsculo. No hay que olvidar que la economía apenas sí creció 0,9% en el primer trimestre y no se sabe qué pasó en el segundo. Así como hay datos que llevan a pensar con moderado optimismo, como el Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) con corte a abril, otros siguen evidenciando un panorama bastante complicado, como los recientes reportes del DANE sobre comercio, industria, consumo, balanza comercial, vivienda y otros rubros clave, la mayoría de los cuales continúa en terreno negativo. El desempleo se mantiene estable y la tasa cambiaria oscila semana tras semana, aunque sin desbordes preocupantes por el momento.
Este dilema se refleja en que mientras el Banco de la República considera que los indicadores para el segundo trimestre sugieren que la economía habría continuado su trayectoria de recuperación, otros centros de estudios económicos señalan que el avance no fue mayor. A ello se suma que la banca multilateral continúa replanteando a la baja sus pronósticos sobre el crecimiento del PIB colombiano este año.
Así las cosas, es innegable que este segundo semestre será determinante para vislumbrar si hay un repunte económico real y tangible. Por ahora, el empresariado advierte que la incertidumbre derivada de los bandazos e incoherencia de las políticas gubernamentales no cesa. También es patente que el clima de negocios no toma el ritmo que se necesita, en gran parte porque muchas decisiones sobre nuevos proyectos o aumento de operaciones están sujetas a que se esclarezca no solo el impacto de las accidentadas reformas, sino a que el escenario de estabilidad institucional sea menos endeble.
Como se ve, hay señales que permiten pronosticar que asoma una luz al final del túnel. Sin embargo, aún falta mucho camino por recorrer para vislumbrar si la economía retomará un sendero de fortalecimiento lento, pero permanente. Solo un verdadero plan de reactivación ayudará a empezar a despejar el panorama. El problema es que el Gobierno, pese a la reiterada disposición del sector privado a pactar las bases de la estrategia, sigue esquivándola y, por el contrario, pareciera que apostara por hundir al país en el abismo recesivo.