La barbarie primitiva y moderna
El Mandela venezolano
En las naciones donde imperan modelos políticos que conducen al intento de consolidar un partido único en el mando, sin importar que sus agentes hayan llegado al Gobierno por elecciones libres, los resortes del poder y las instituciones se convierten en martillo para golpear a la oposición. Lo que horada el sistema y provoca fenómenos que desarticulan el funcionamiento mismo de la democracia; no se gobierna para todos sino para un partido y en ocasiones, incluso en el sistema comunista o socialista, que exaltaba la doctrina de la dictadura del proletariado, entroniza la satrapía familiar como en Corea del Norte o en Cuba. Lo que refuta en la praxis la cacareada igualdad que proclaman en sus postulados. En otras partes como en su tiempo en la Unión Soviética, se instala la nomenklatura, que son los privilegiados del partido único que cuentan con todas las ventajas, abastecimiento, prioridades y derecho al lucro casi sin límites, mientras el resto de ciudadanos sobrevive en la amargura y la miseria crónica. La nomenklatura, según las investigaciones de reputados sociólogos, se comporta con el mismo espíritu de cuerpo de las mafias, carecen de noción moral sobre el bien y el mal y lo único que les importa es enriquecerse.
Los populistas se esfuerzan por medio de la propaganda y la demagogia en intoxicar a los pueblos, so pretexto de la lucha de clases les hacen creer por un tiempo en el modelo igualitario; los más ingenuos y crédulos los siguen, en tanto los cuadros militares y las milicias mercenarias, sean regímenes autoritarios de derecha o izquierda, actúan como verdugos de la población con la exclusiva finalidad de domesticarla a látigo y cuando se rebela extirpar las protestas si es posible a tiros. Es por eso que Thorstein Bunde Veblen en su famosa obra La Clase Ociosa señala que el comportamiento tribal de los tiempos primigenios se traslada a la sociedad moderna de diversas formas, una de ellas mediante el abuso del poder de quienes lo detentan en contra de la masa de la población. Eso es lo que ocurre en Ucrania y en Venezuela, en donde los gobiernos y sus adeptos se aferran al poder sin importar que empujen a sus países a la ruina económica y la frustración general. En ambos casos por cuenta de incitar al partido único y la obediencia generalizada, atentan contra los partidos de oposición, los medios de comunicación y se comportan sus fuerzas de seguridad y milicias, como un ejército de ocupación extranjera que no vacila en disparar a mansalva contra la multitud desarmada. ¿Qué diferencia hay entre los que atacan a bala a los manifestantes ucranianos y los venezolanos? La represión es la misma, la censura se convierte en recurso para humillar o silenciar a la oposición. Se castiga a la población que sufre aulagas económicas angustiosas, con los casi diarios discursos del gobernante que pretende invertir la pesadilla que sufre con promesas de un futuro paraíso revolucionario, que no pasa de destruir los avances y la riqueza productiva que generaciones enteras habían construido con sacrificio y paciencia.
Llega un momento en el que hasta los más cándidos comparan su triste existencia con la de los tiempos pasados, de sus padres y abuelos o con la situación económica de los trabajadores en otros países, para descubrir que sus dirigentes los han estafado. En su frustración no encuentran canales de protesta, puesto que las libertades han sido conculcadas, incluso; en ocasiones por medio del voto dirigido del constituyente primario que sin saberlo se cuelga al cuello la soga del autoritarismo populista. Es cuando se llega al límite en el cual se produce, como en Venezuela y en Ucrania, el estallido popular y el choque de fuerzas antagónicas que es tan antiguo como la humanidad, de un lado los opresores y de otro los oprimidos. La ventaja la llevan los opresores que cuentan con el Estado y el Tesoro Público, los agentes represivos y la posibilidad de intoxicar a la opinión pública, como de acallar las disensiones ciudadanas. En estos casos la protesta colectiva por fuerte que sea se transforma en anarquía de no encontrar un dirigente que catalice el descontento popular. Y no son suficientes las comunicaciones por twitter y el correo de las brujas, es cuando las masas enardecidas claman por encontrar un jefe. Así como Sudáfrica tuvo su Mandela, en el firmamento político de Venezuela aparece Leopoldo López en compañía de Henrique Capriles y Corina Machado. La Mandela de Ucrania Yulia Timoshenko se encuentra en prisión y el Parlamento hace pocas horas dispuso su libertad. Es de esperar que Venezuela no tenga que pasar por los sangrientos episodios de Ucrania para que liberen a Leopoldo López y se pacte civilizadamente la transición democrática.