* Las ideas no llegan a la ciudadanía
+ Está primando la forma sobre el fondo
Es posible que la campaña presidencial esté hasta ahora comenzando. En efecto, todavía falta largo tiempo para la segunda vuelta, cuando presumiblemente se va a decidir entre los dos tiquetes más fuertes. De hecho, no es común en Colombia, desde que se implantó este mecanismo en la Constitución de 1991, que alguien obtenga más del 50 por ciento de los votos válidos en primera vuelta, ahorrándose el balotaje. En ese orden de ideas, es poco probable que se repita el fenómeno de Álvaro Uribe Vélez, hace dos décadas, cuando ganó la presidencia en una sola jornada. Circunstancia, además, que volvió a darse en su reelección.
Frente a esa posibilidad, ahora más bien parecería emerger una nueva “cultura” política de acuerdo con la cual las aspiraciones presidenciales se han multiplicado, casi dándose silvestres, hasta el punto de que llegó a tenerse hace unos meses un registro periodístico de al menos cincuenta precandidatos, con la respectiva dispersión del electorado. Ese dato se fue decantando, especialmente a raíz de las dificultades para conseguir el umbral de firmas que permite seguir competiendo, y hoy esa cifra se ha reducido a una veintena de aspirantes, algunos avalados por firmas y otros por sus partidos.
Aunque varios candidatos han dicho que van directamente a la primera vuelta electoral, la mayoría ha ingresado en una coalición y se ha inscrito en las consultas populares internas de cada bloque, a llevarse a cabo el próximo marzo al mismo tiempo de las elecciones parlamentarias. De esta manera lo que se busca, luego de los resultados de las consultas, es llegar unidos hacia la primera vuelta bajo la batuta de un candidato único en cada una de las tres coaliciones que están sobre el tapete.
Ante esta situación de pura mecánica electoral, que en la actualidad se presta a confusiones en el electorado por la profusión de aspiraciones, el contenido programático ha quedado reducido y sin mayor audiencia. De este modo, si bien la democracia colombiana está dando muestras de vigor y garantías, resulta fundamental que la campaña presidencial no se quede circunscrita a la composición del escenario electoral, dándole prevalencia a la forma sobre el fondo.
Efectivamente, a raíz de la pandemia del coronavirus, muchos son los temas de política pública que deben ser ventilados en la campaña presidencial. Y abstenerse de hacerlo, por cuenta de darle un protagonismo nocivo a la mecánica, es abiertamente contraproducente. Por ejemplo, muchos de los resultados económicos, que le permitieron al país crecer cerca del diez por ciento en 2021, muy por encima de otras latitudes latinoamericanas, se deben a contingencias temporales y alivios cuya terminación se irá produciendo a medida en que trascurren los meses próximos.
Como se sabe, la última reforma tributaria apenas sirvió para mantener por un tiempo adicional las ayudas para los más vulnerables. En esa dirección, el electorado debe tener claro qué ocurrirá con el programa de Ingreso Solidario. Lo mismo tendrá que saberse si se va a mantener el procedimiento de devolución del IVA. Y las empresas también deben tener certeza sobre lo que sucederá con el monto de ayuda a las nóminas.
Incluso, en estos días el presidente Iván Duque ha calificado el conjunto de programas sociales que ha venido llevando a cabo como el “Nuevo Pacto”. A estas alturas, aparte de frases sueltas, no se tiene idea de cuáles candidatos mantendrán esos programas y quiénes los ajustarán o derogarán. Se sabe, sí, que la matrícula cero para la educación superior pública en los estratos 1,2 y 3 quedó establecida por el actual gobierno como una política de Estado. Pero, de la misma forma, no hay claridad de lo que pueda suceder con otros programas, como el soporte financiero ante la situación deficitaria de los sistemas masivos de transporte público, el enganche laboral de mujeres o jóvenes menores de 28 años en las empresas y otras políticas emitidas durante la actual crisis sanitaria.
De suyo, el proceso inflacionario que se ha venido profundizando en los últimos días también exige una posición diáfana de los candidatos, más allá de los diagnósticos de todos conocidos.
Por otra parte, es indispensable que la campaña al Congreso tome energía, pues parece haber sido subsumida por la contienda presidencial. Muchas son las reformas que se han quedado en el tintero, ya de hace varios años, como la pensional, política, laboral, de justicia y otras que siempre son calificadas como urgentes, pero nunca salen avante.
Pocas veces, como en la actualidad, el contenido programático es esencial a la política. Pero pocas veces también parecería estarse tomando tanta distancia de ello.