La dispersión del panorama
Más administración y menos política
Varias son las circunstancias de incertidumbre por las cuales está atravesando el país y que de algún modo implican tensar las cuerdas gubernamentales. Mientras el Presidente de la República es nominado al Premio Nobel de la Paz colectivo, en compañía de las víctimas y ‘Timochenko’, el Eln arrecia su embestida contra el orden público y ataca una base militar en Arauca, como hace tiempo no se veía.
Asimismo, las Farc mandan una carta oficial al Gobierno y a la Corte Constitucional, entre otros, donde reiteran y enfatizan que no avalarán la ley unilateral de plebiscito. Advierten que no lo consideran un mecanismo de refrendación de los eventuales acuerdos de paz, ni mucho menos de aplicación de los mismos, por cuanto la consulta plebiscitaria está única y exclusivamente establecida para decisiones del Gobierno. Reiteran, pues, su idea de una constituyente en momentos en que otros sectores, muy disímiles de la subversión, creen lo mismo, desde luego sobre condiciones y estructuras diferentes.
Sea lo que sea, semana tras semana el plebiscito encuentra más obstáculos, no solo en la teoría sino en la práctica, por cuanto el termómetro electoral marca, con el paso de los días, una popularidad gubernamental en declive. De hecho, las últimas encuestas sitúan al Presidente entre el 70 y 80 por ciento de desfavorabilidad, lo cual denota un apoyo exiguo para alcanzar, incluso, una cota tan leve como 4 millones 400 mil votos para aprobar el plebiscito.
Todo ello, sin embargo, parece resultar un tema menor ante la opinión pública, cada día menos concentrada en los asuntos del proceso de paz y más interesada en los económicos, no sólo aquellos de dimensión tecnocrática, sino particularmente los que afectan el bolsillo.
Entre ellos, por supuesto, destaca la inflación que inclusive ha desbordado los cálculos más pesimistas, creciendo el último enero en 1,29 por ciento. De un solo tarascazo, pues, la meta tope del 4 por ciento, para todo el año, se ha visto mordida en materia grave. De suyo, el Ministro de Agricultura anunció que se multaría a los supermercados y tiendas, pero la especulación sigue su marcha sin mayor talanquera. Todo ello, además, sobre la base de que el ajuste del salario mínimo se ha demostrado incapaz de soportar la espiral del costo de vida.
El Gobierno anuncia, de su lado, que suspenderá el trámite de la reforma tributaria estructural, con la cascada de impuestos ya sobre el tapete, lo que en todo caso ha drenado su capacidad de maniobra política, sabiéndose de antemano que irrumpirá con la iniciativa impositiva en cualquier momento del año. Frente a esto, no se entiende que medidas lógicas como rebajar con mayor intensidad el precio de la gasolina ante la caída de las cotizaciones del petróleo no se adopten y, por el contrario, se suban los impuestos para los vehículos usados y aumentan las tarifas del servicio público de transporte por encima de las cotas inflacionarias.
Al mismo tiempo, el paro judicial, que ya lleva todo lo corrido de este 2016, no se resuelve y apenas si marcha la jurisdicción penal frente a otras ramas del derecho, que son igualmente indispensables.
Habrá razones para entender una y otra cosa, explicar técnicamente, por ejemplo, los fenómenos económicos, pero todo ello parecería resultar secundario frente al ambiente adverso que comienza a palparse en los diversos estratos poblacionales. Si bien algunos bautizaron el mes anterior como “enero negro”, febrero sigue manteniendo las situaciones remanentes negativas. Aunque la opinión pública apreció, en su mayoría, las nuevas relaciones con Estados Unidos y el corte de cuentas frente a lo que venía, del mismo modo se escucharon advertencias categóricas en el Congreso norteamericano ante el acuerdo de justicia con la guerrilla, lo mismo que sobre el tratamiento más benevolente con aquellos elementos de la Fuerza Pública que hubieran incurrido en violación de los derechos humanos. Precisamente el precandidato republicano Marco Rubio se mostró en franco desacuerdo con el proceso y ello muy posiblemente jalone a los demás sectores de ese partido. Lo mismo tiende a percibirse en ciertas tendencias del partido Demócrata.
A ello basta con sumar los estragos climáticos, la amenaza del zika y en particular lo que viene ocurriendo con los niños de La Guajira, donde mueren de hambre. Lo que se ve, pues, es una dispersión de esfuerzos cuando tal vez lo que más se necesita es coordinación absoluta y respuestas inmediatas del Gobierno ante un escenario en el que, a todas luces, se observan arenas movedizas.