Anarquía y sismo social | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Marzo de 2013

* La tacita de te

* Asistencialismo y desarrollo

 

Hasta hace poco en Colombia parecía que a pesar de la crisis económica mundial y  la violencia endémica en las zonas de la periferia del país,  las grandes ciudades y en  zonas del campo privilegiadas, la situación social  era de las mejores. En tiempos del gobierno de Álvaro Uribe y en el ministerio de Defensa Juan Manuel Santos, el país, según escribió un corresponsal europeo, tenía zonas de concordia y orden, que eran como una taza de té. En las regiones del Eje Cafetero rara vez penetraban los subversivos puesto que los dueños de la tierra y sus familias suelen ser alérgicos a la demagogia y de aquellos que en su ideología proclaman la abolición de la propiedad. Si  miramos las cifras de la economía tenemos que en los últimos años  la  política de seguridad ha dado positivos resultados. La expansión comercial y de las empresas de servicios, no ya de la industria que tiende a estancarse, ha generado nuevos empleos, lo mismo que la construcción en los últimos años.

El presidente Juan Manuel Santos, con razón, se vanagloriaba de los avances en el campo socio-económico de Colombia durante su visita a  Turquía, donde señaló que los europeos debían aprender de nosotros. A la inversa,  el presidente Barack Obama de los Estados Unidos, cuando  visitó  Brasil en el gobierno de Lula, dijo que se debía aprender de los éxitos  económicos de ese gobierno que había conseguido al sacar millones de seres de la pobreza. Lo que confirmaba la percepción de Santos sobre el buen manejo de los asuntos económicos en algunos países de la región. Y en el caso nuestro es de anotar que el gobierno no ha tenido mayor oposición, fuera de algunas voces aisladas como la del senador Jorge Robledo. El partido de la U y el conservatismo, con un amplia mayoría, le aprobaban las leyes cada tanto y constituyeron en el Congreso una muralla que protegió al gobierno de Uribe, que tuvo más oposición y ha sido un baluarte de la administración Santos, política de apoyo a la que se suma en el actual gobierno el partido Liberal, con su jefe único Simón Gaviria. El papel del conservatismo, aún en la modalidad de la circunspección obsesiva y de no hacer mucho ruido, ha sido decisivo en mantener el orden y favorecer las políticas oficiales.

Por filosofía los conservadores estamos contra las vías de hecho, no nos parece conveniente que los distintos gremios y sectores de la economía se lancen a las calles a protestar, a pesar que reconocemos la justa causa de los cafeteros y los esfuerzos que hace el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo, en favor ellos. El Estado asistencialista  que reclaman nuestros demagogos y en el cual hemos gustado sumas incuantificables en los últimos años, es una utopía. No puede subsistir en donde caigan los precios de las materias primas, siendo un dinero que –con pocas excepciones-  no supimos invertir en desarrollo. Un país anarquizado, mientras el gobierno negocia la posibilidad de la entrega de las Farc, no es conveniente. Lo mismo que no conviene que las fuerzas gremiales y sectores populares que suelen ser amigos del gobierno, desesperen y apoyen las vías de hecho, el bloqueo de vías y la confrontación con la fuerza pública.

 Lo que se conoce como bonanza minera, como toda bonanza es cíclica. Algún Nobel de economía decía que el que entienda las bonanzas comprende la economía. El famoso sueño del Faraón que interpreta José trata de manera elocuente el fenómeno.  Por desgracia,  no todas las personas perciben eso, incluso algunos políticos pretenden que las bonanzas sean permanentes. Es por eso que los países petroleros tienden a tener la mentalidad de rentistas, piensan que sus recursos son eternos y no se detienen a pensar que productos como el petróleo o el carbón pueden ser sustituidos por elementos sintéticos. En Estados Unidos han conseguido producir en laboratorio una sustancia que suple el uso del carbón a precios irrisorios. Alemania, durante la II Guerra Mundial produjo petróleo sintético, lo mismo que hizo en su momento Sudáfrica, ambos con éxito.

Así que no sobra advertir, como en reiteradas veces lo hemos hecho desde EL NUEVO SIGLO: no podemos seguir con la mentalidad de rentistas, de pensar que los ingresos petroleros de los últimos 20 años se van a mantener indefinidamente. No hemos sabido emplear los recursos del crudo en infraestructura, que sigue estando proporcionalmente al nivel de Haití. Millones y millones se invirtieron en ladrillo y cemento, con el crecimiento de las ciudades, donde amenaza estallar un burbuja puesto que los precios no pueden estar aquí más altos que en Nueva York. Y es una verdad de a puño que un Estado asistencialista es incompatible con el desarrollo.