El encuentro de los negociadores del Gobierno y los representantes de las Farc en Oslo se puede analizar desde múltiples puntos de vista e interpretar según el criterio de cada quien. Se trata de dos visiones antagónicas, en las que, guardadas las proporciones, como en una obra de teatro se repiten las escenas con artistas, vestuario y escenario diferentes, con el guión protocolario habitual en una negociación. Y el público siente rabia o aplaude a la distancia. Los negociadores del Gobierno tienen el sesgo del pensamiento liberal y están encabezados por Humberto de la Calle, una de las figuras más prestigiosas de ese partido político histórico en la vida nacional, él lleva la voz cantante oficial y es reconocido como hábil negociador, político sagaz y ducho en el ejercicio del derecho. Como escritor público conoce el valor exacto de las palabras.
En la otra esquina el duro y locuaz Iván Márquez, quien incurre en la entropía y se recrea en la literatura, tergiversa a su acomodo los postulados de Simón Bolívar y emplea la jerga de combate callejero de la izquierda contestataria; repite el discurso de las Farc del siglo XX, inspirada en los planteamientos del siglo XIX, cuando Carlos Marx participaba de los afanes revolucionarios de las cumbres socialistas. El socialismo del siglo XIX, era más que todo una metafísica filosófica que habría sido inofensiva, como otras interpretaciones racionalistas de distinta índole de la sociedad y de la política, de no ser por el hecho de que Marx extrema el concepto vigente de lucha de clases, proclama el materialismo, la muerte de Dios, combate con saña el anarquismo, a lo que agrega su ácida critica al capitalismo en su voluminosa y famosa obra.
Son dos posturas contrapuestas, la liberal y la neomarxista. La liberal en lo económico está ligada al neoliberalismo y la neomarxista sigue los lineamientos zigzagueantes de la mal llamada revolución cubana, que incapaz de generar riqueza sume a la masa en la miseria. El liberalismo colombiano está influido desde la cuna por los planteamientos que consagra la Constitución de Cádiz, en donde aflora políticamente el término liberal, siendo más avanzados los españoles y criollos de Cádiz, que abolieron la esclavitud, en tanto en nuestras primeras constituciones seguía en vigencia. En lo ideológico debiera contraponerse el liberalismo al socialismo, mas por aquello de nuestras contradicciones políticas el Partido Liberal, pertenece a la Internacional Socialista.
Lo conservador es el orden legítimo, por tanto estima que la paz es la consecuencia de su consagración mediante el imperio de la ley, en ese sentido coincidimos con las fuerzas centristas y moderadas de la política... Lo conservador es el equilibrio de poder. Y el orden no es solamente político-militar, sino jurídico-cultural, económico y social. Los colombianos merecen la paz. Queremos la paz y sopesamos la dinámica verbal de Oslo, tanto del Gobierno como de los subversivos, así se requiera repensar el lenguaje desde la semántica, ya que las partes manejan un mismo idioma en apariencia, puesto que las mismas palabras de los negociadores tienen significado distinto al del diccionario, lo que confunde. .
Son enormes las contradicciones y dificultades que se presentan en Oslo, dada la existencia de los Convenios de Ginebra, los subsiguientes protocolos y la normatividad de la misma Corte Penal Internacional. Fuera de los puntos a tratar, en los que insiste el exministro Humberto de la Calle, habrá un momento en el cual jugará un papel la justicia transicional, con sus mecanismos que facilitan que las sociedades en conflicto “aborden las atrocidades cometidas en circunstancias de cambios radicales”. Quizá bajo los principios del Estatuto de Roma, al tenor del artículo 53, se consiga llegar a convenios por medio de los cuales al decir la verdad se hagan determinadas concesiones de tipo político-judicial. Tema en el cual algunos juristas y políticos colombianos son inflexibles y sienten mortal pesimismo.
En cuanto el discurso de las Farc contra valiosos personajes de las altas finanzas, como los Santo Domingo, el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo y empresarios del sector agrario y minero, obedece al mismo prisma decimonónico. Hoy no existe la autarquía económica y en cualquier régimen político los países deben competir para vender sus productos y servicios, sin importar si tienen un gobierno socialista, comunista, liberal, conservador o radical. Si se acepta ese postulado se llega a la evolución del comunismo a la competencia neocapitalista y la visión de Deng Xiaoping, que enseña: “no importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones”.