La nación ibérica, sacudida por la súbita abdicación de Juan Carlos I, que a pesar de sus achaques de salud se esperaba que siguiera en el cargo varios años más, reacciona con optimismo. Se especula que tras varias operaciones de cadera y otras complicaciones físicas, las exigencias del ajetreo protocolar del cargo podrían afectar su salud. Fuera de eso la crisis económica impactó la popularidad del Rey, al que algunos le exigen que mantenga los esquemas sociales de un pequeño burgués, sin entender del todo su papel en la sociedad.
No faltan como siempre los que aprovechan la ocasión para insultar a la monarquía. Los argumentos son los mismos de siempre: que atenta contra la igualdad, que no hace falta, que es muy costosa, que no sirve… En fin, en un país como España, de tradición monárquica de siglos, esas son opiniones que cuentan en la medida que tengan un respaldo político y encuentren circunstancias propicias. Lo evidente y llama la atención, es que los izquierdistas, que suelen ser los que más se oponen a la monarquía hereditaria, en política suelen terminar apoyando satrapías familiares que se suceden en el gobierno como en el caso de Corea del Norte o Cuba, lo mismo que apoyan la tendencia a atornillarse en el poder de sus partidos, como sucede en algunas naciones de nuestra región. Se olvida con frecuencia que algunos países de Europa, que siguen el sistema monárquico, se encuentran entre los más estables o prósperos del mundo y con mejores niveles de vida.
En Suecia reina Carlos XVI; en Dinamarca, Margarita II; en los Países Bajos, Guillermo Alejandro; en el Reino Unido, Isabel II; en Bélgica, Felipe. En el Vaticano ejerce el pontificado electivo Francisco. En estos países se respetan los derechos humanos y en política ascienden los más capaces. En la mayoría los reyes cumplen funciones protocolares, que alivian la tarea de los gobernantes elegidos popularmente o por el Parlamento. Los gastos de las cortes, cuando la familia real carece de rentas, son modestos comparados con algunos gobiernos democráticos, en tanto los reyes no tienen acceso al Tesoro ni intrigan en materia de contratos partidistas. Algunos sindicatos gastan más que los reyes y los grandes millonarios los superan en materia de dinero, por cuanto gran parte del capital de los monarcas se concentra en castillos y propiedades, que también lo son de la Nación. La monarquía española cumple un papel más trascendental en cuanto la unidad de la nación, en un país que de vieja data por épocas tiende a las rivalidades regionalistas, separatistas y anarquistas.
El hecho histórico es que los diputados españoles han aceptado la abdicación del rey Juan Carlos I, reconocida su valiosa gestión y reafirmada su fe en la monarquía parlamentaria. Lo que legaliza el inminente ascenso al trono del Príncipe de Asturias, quien asumirá el 19 como Felipe VI. Pocos personajes europeos se han preparado por tanto y largo tiempo para reinar, para cumplir el severo protocolo español y representar al país con tanta responsabilidad. Esta clase de monarcas, que no tienen las riendas del poder en el sistema democrático-constitucional y que, a su vez, no tienen que intrigar como los políticos para llegar a donde están o mantenerse, obtienen, en ocasiones, un influjo mayor en la medida que gozan de la solidaridad de la población y encarnan las esperanzas nacionales.