Cuando las tragedias absurdas se repiten la viabilidad misma del conglomerado social empieza a ponerse en duda. Y eso es precisamente lo que pasa con la muerte de una niña de cuatro años que el pasado lunes cayó a una alcantarillada destapada en el sector de Usme, al sur de la ciudad. Pese a los ingentes esfuerzos de los cuerpos de socorro por encontrar con vida a la menor, al final sólo se pudo recuperar su cuerpo sin vida. En octubre pasado también ocurrió algo similar, con el agravante de que en esa ocasión el ducto de alcantarillado destapado estaba en pleno centro de la ciudad en donde, se supone, el control de las autoridades para detectar esta clase de peligros en las vías es más estricto.
Sin embargo, más allá del marco circunstancial en que se presentó cada tragedia, lo cierto es que es necesario que las autoridades adopten medidas más eficaces para frenar de una vez por todas a las redes delincuenciales que se especializan en el robo de las tapas de alcantarilla, ya sea con el fin de reciclar el metal que las compone o para hacerles algunos cambios en sus marcas y venderlas a otros municipios del país, como se detectó tiempo atrás cuando elementos propios de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá fueron encontrados instalados en redes de conducción de aguas negras y lluvias en otras ciudades.
Es claro que aquí ya no estamos ante un delito menor. El robo de una tapa de alcantarilla o un desagüe es prácticamente que una tentativa de homicidio o, por lo menos, de lesiones personales graves. Se cuentan por cientos los accidentes de tránsito que han sido causados por maniobras intempestivas de conductores de vehículos al tratar de esquivar estos peligrosos huecos en las vías. Igual son muchos los motociclistas que han caído en estos agujeros que son muy difíciles de detectar en la placa asfáltica. Y qué decir de los sucesivos casos de peatones que terminan gravemente heridos cuando en medio del afán citadino y el caótico tráfico no ven en donde pisan y terminan cayendo en estos orificios en plena carretera.
Se ha avanzado en las medidas que ha tomado la EAAB para disminuir la cantidad de metal en cada tapa de alcantarilla y reemplazarlo por otros materiales que no sean blanco de estas mafias de recicladores ilegales y reducidores de material robado. Sin embargo las absurdas tragedias de los últimos meses que cobraron la vida de dos pequeñas ponen de presente que es necesario ser más drásticos en la persecución de estas organizaciones delincuenciales. Ello implica no sólo la creación de un cuerpo especial de investigación que las rastree, desactive y recopile suficiente material probatorio para viabilizar condenas altas y ejemplarizantes, sino también que se active un mecanismo más expedito para que cuando se detecte una alcantarilla destapada se tomen medidas inmediatas de precaución para aislar el sitio y esperar que en cuestión de horas el personal de la empresa de Acueducto la reponga. Aquí es clave el papel de la comunidad, sobre todo de las juntas de acción comunal.