* Las encuestas y la reelección
* El Referéndum y la paz
El Gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha sufrido numerosas veces los altibajos en las encuestas y ha estado al borde del abismo, por súbitas caídas en el respaldo de la opinión pública o por el rechazo de las gentes a sus políticas, a sabiendas de que estar al borde del precipicio, como cuando se presentó en el Congreso el Acto Legislativo de la Reforma de la Justicia, no quiere decir que se hunda en él. Por lo que, en anteriores oportunidades ha conseguido remontar la cuesta, contra lo que esperaban varios de sus adversarios políticos. Lo que demuestra que es un animal político que aprovecha con suma habilidad el momento a su favor y saca fuerzas de las dificultades para seguir en la lucha. Claro está que lo más grave en cuanto a la popularidad o el rechazo público que muestran las encuestas y sondeos de opinión, con una caída al deplorable 21 por ciento y un rechazo del 72 por ciento, es que se trata del gobernante que está negociando en La Habana, un eventual acuerdo con las Farc por la paz, que se ha ligado a un Referéndum que esa organización, en principio, rechaza.
En una negociación tan compleja y delicada, como la que maneja Humberto de la Calle en Cuba, el Gobierno entiende que debe contar con un amplio respaldo de la sociedad para ser fuerte en lo político y en cuanto a su fuerza moral. Negociar cuando se está malherido y en cuidados intensivos, en materia de popularidad es un riesgo, que el presidente Santos asume a plenitud. En el entendido que los políticos que no toman medidas audaces y valerosas son arrollados por las circunstancias adversas. En particular, cuando se sabe, desde el momento que se iniciaron las conversaciones, que esa agrupación subversiva ha sostenido que los acuerdos para prosperar deben pasar por la convocatoria a una Asamblea Constituyente. El Gobierno en un esfuerzo por recuperar la iniciativa política, cuando parecen estancarse las conversaciones entre las partes, anuncia que pedirá al Congreso que apruebe una ley para que se efectúe el Referéndum. Y cuando se suponía que esa propuesta oficial contaba con la venia de las Farc, resulta que no. Tal como lo expreso Timocheko: “Lo que Santos pretende con ese referendo es que el país vote sí o no, al dotar de facultades extraordinarias al Presidente para expedir decretos con fuerza de ley encaminados a poner en vigencia los acuerdos firmados en La Habana”. Siendo que para los opositores de Santos, se trataría de una Ley Habilitante al estilo chavista, que le otorgaría poderes extraordinarios para obrar a su antojo con las Farc, incluso, convocar a un Congresito, mediante una suerte de juego de azar en el que los ciudadanos depositarían su voto por la paz sin conocer el cómo del asunto, que en últimas quedaría en manos del gobernante. Lo cierto, es que con ese proyecto de Ley que se discute en el Congreso, la opinión se distrae un tanto del efecto negativo de las encuestas, con lo que logra un respiro temporal.
Hecha esta aclaración sobre el momento político, sin entrar al análisis del cambio de ministros que le da otro respiro, así lo más aconsejable no sea cambiar la enjalma en medio de un río revuelto. Lo que demora y posterga las negociaciones con los sectores más recalcitrantes del paro y las protestas, será positivo y negativo, según como se mueva cada nuevo ministro del gabinete y se empape rápidamente de la situación. En especial mostrando en lo político capacidad creativa, para lograr negociar y conseguir que el Ejército vuelva a sus cuarteles antes de que se presente algún hecho de sangre que lamentar y algunas zonas de la periferia de precaria soberanía sufran ataques de los subversivos o que las mismas tropas en sus movilizaciones caigan en alguna emboscada.
Y volviendo a la encuesta, es de destacar que entre los colombianos, cuando les preguntan si la situación está mejorando o empeorando, el 82% responde negativamente. Lo que ratifica la caída presidencial en un margen aún más alto que en la de popularidad. Asunto que contrasta con los constantes informes del Gobierno sobre los logros en todos los campos del bienestar económico, siendo que en asuntos como el de la salud se reconoce un descontento general y el aumento de las tutelas de los pacientes defraudados por el sistema. Esos elevados contrastes, según los expertos, entre lo que unos consideran como grandes logros y otros como ineficiencia, determinan los altibajos en las encuestas de Santos. Para notables estudiosos de la psicología social y las encuestas de la talla de Burrhus Frederic Scanner, en un análisis de la política de los Estados Unidos: un gobernante que aspira a ser reelegido apenas a menos de un año de las elecciones que sufre un desplome en las encuestas que lo baja al 21 por ciento, no tendría ninguna posibilidad de elevarse sobre tan pobres resultados en la opinión de los electores. En el caso de su antecesor Álvaro Uribe, que consiguió la reelección, su favorabilidad en las encuestas siempre estuvo mucho más alta, aun en los peores momentos.
Eso lo entienden y manejan los asesores de Santos, al tiempo que suponen que de conseguir le aprueben el Referéndum o la suerte de Ley Habilitante, sería tal su poder que podría disponer del destino de 40 millones de colombianos, como si fuesen menores de edad. Pese a que el corto tiempo que tienen juega en su contra, en tanto que necesitaría que su audaz y ambicioso Referéndum, fuese aprobado como mínimo en las elecciones legislativas, para darle capacidad de maniobra en el tiempo entre esa justa electoral y las elecciones presidenciales. Y en ese empeño tendría que convencer a la opinión pública de la bondad de la propuesta y que es el único camino para alcanzar la paz, a sabiendas de que lo acusarán de intentar una jugada maestra de corte plebiscitario como las que le dieron el poder absoluto a Napoleón III; jugadas en las que Fidel Castro y Hugo Chávez o Rafael Correa, resultaron notables maestros.
Los políticos que no toman medidas audaces y valerosas son arrollados por las circunstancias adversas