Una vez más decenas de miles de estudiantes de todos los grados y niveles educativos tienen una semana de receso. Y, de nuevo, se escuchan las quejas de muchos padres de familia que advierten las múltiples dificultades que genera el tener que trabajar mientras sus hijos con siete días libres.
Para quienes no tienen con quién dejar a los menores, o no gustan de que los adolescentes queden en casa o por fuera de ésta, sin ningún tipo de supervisión, esta semana de receso en octubre se convierte en un calvario. Muchas madres y padres no tienen opción distinta a llevar a sus pequeños hijos a sus lugares de trabajo, con todas las complicaciones que ello genera, tanto para los menores y el ritmo productivo de las empresas.
La alternativa de dejar a los menores encerrados en sus casas es muy riesgosa, pues al no tener vigilancia se exponen a accidentes y tragedias que, como lo han evidenciado casos lamentablemente recientes, pueden terminar hasta con la muerte de los pequeños por incendios, intoxicaciones, ahogamientos y otra clase de percances.
Y no menos riesgosa resulta que los niños y jóvenes puedan salir libremente a las calles, en donde la intolerancia, los vicios y otra clase de peligros siguen al acecho. Se escuchaba esta semana en una emisora regional a una atribulada madre trabajadora y cabeza de hogar que, atemorizada, advertía que en su barrio había grupos de adolescentes que peleaban constantemente por los equipos de fútbol que cada uno de ellos seguía.
Otra de las problemáticas con la semana de receso es que no todas las instituciones educativas se acogen a la misma, lo cual impide que las familias puedan efectivamente salir de vacaciones, puesto que no todos los estudiantes están en época de descanso, e incluso en no pocos casos estos días los dedican a prepararse para los exámenes finales en escuelas, colegios, universidades y otros establecimientos educativos.
Con este escenario, en modo alguno, se está proponiendo que se anule la semana de receso, y menos ahora que la industria turística ha logrado incorporarla a su respectivo
cronograma anual, ofreciendo planes especiales y con una multiplicidad de atractivos en tarifas, destinos y otras prebendas para los viajeros.
Lo urgente es que el calendario laboral también se adecue a la semana de receso escolar en octubre, como ya lo hicieron desde hace mucho tiempo con la tradicional Semana Santa.
Lo cierto es que sólo en algunas empresas se están generando planes de contingencia para cuadrar permisos, mover horarios y hasta implementar modelos de vacaciones recreativas para aquellos menores que son llevados por sus padres a los lugares de trabajo.
No es necesario pensar que ese proceso de acople del sistema laboral con la semana de receso escolar en octubre tenga que ser reglado por ley o medidas del Ministerio de Trabajo imperativas. Solo basta con ahondar en el análisis de las falencias advertidas e ir buscando soluciones que permitan un sano y seguro descanso de los estudiantes y padres, el desarrollo de la industria turística y de entretenimiento, evitando que lo primero y segundo afecten en forma grave el nivel de productividad laboral y de rentabilidad empresarial.