* Una telúrica rueda de prensa
* Bases de un diálogo franco y abierto
Nadie duda, en nuestro país, de la cercanía entre Rusia y el régimen de Nicolás Maduro. No solo tienen una agenda petrolera y económica de amplio espectro, además con condicionamientos de largo plazo, sino que Venezuela está apertrechada con lo mejor de la industria bélica rusa, incluidos los aviones Sukhoi. Por lo demás, artefactos de alta tecnología que, como es fácil recordar, Hugo Chávez amenazó con prender en uno de los tantos momentos de tensión para bombardear, en el término de la distancia, a Barrancabermeja, Cartagena y Bogotá. Lo que, ciertamente, no pasó de ser una pantomima, aunque sirvió para lo que se quería: una cruda ostentación armamentística y una amenaza directa para entendimiento de todos los colombianos.
Ahora, mucho tiempo después, el ministro de Defensa, Diego Molano, sostiene en una rueda de prensa, llevada a cabo esta semana, que el régimen de Maduro no solo tiene estos Sukhoi, sino que adelanta movimientos de tropas en la frontera colombiana con el auxilio de Rusia. Era obvio que una declaración de semejantes características iba a tener consecuencias inmediatas. Y por ello el gobierno de Vladimir Putin contestó ipso facto que el funcionario estaba inventando enemigos donde no los hay.
En ese orden de ideas, Molano debió entregar en la rueda de prensa la información exacta, con todos los documentos, fotografías y coordenadas del caso, a fin de que quedara comprobada, ante la opinión pública, esa asistencia militar rusa a los contingentes venezolanos y no hubiera la más mínima duda al respecto. De hecho, de haber sido así, lo correspondiente en primer lugar era haber recurrido previamente a los canales diplomáticos para pedir drásticas explicaciones a la legación del más grande país de Europa. Al fin y al cabo, de eso se tratan las relaciones exteriores cuando hay mecanismos legítimos de vieja data entre dos naciones. Nada peor, precisamente, que la estruendosa diplomacia del micrófono.
Por su parte, y en no poca medida, el globo ha estado pendiente, en las últimas semanas, del desenvolvimiento de los hechos frente a lo que está ocurriendo en Ucrania, en la explosiva frontera con Rusia. Los principales líderes de Europa se han movilizado para detener a Putin por la vía diplomática en sus propósitos invasores a territorio ucraniano más allá de Crimea, denunciados por Estados Unidos en cabeza del propio presidente Joe Biden. Añadirle combustible a esa situación mundial, con una intempestiva declaración de un funcionario colombiano, abriendo un también intempestivo flanco en América del Sur, no es procedente. Salvo que, como se dijo, se tenga la información fehaciente de que, en efecto, hay una alianza bélica de Rusia con el régimen madurista para proceder contra Colombia. Lo que, desde luego, sería gravísimo y ameritaría mucho más que una rueda de prensa dislocada de toda estrategia nacional.
En ese caso, por ejemplo, Colombia tendría que hablar con sus aliados y después recurrir a la ONU y a la OEA y no simplemente despachar asunto tan sensible en el marco de unas declaraciones ministeriales repentinas. La experiencia demuestra, como sucedió a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, cuando la Unión Soviética instaló una red de misiles en Cuba, que circunstancias de este tipo pueden desembocar en situaciones impredecibles, muy propias entonces de la guerra fría.
Otra cosa, claro está, es que Colombia esté en su derecho absoluto de hablar con el gobierno ruso para dejar en claro que las acciones suscitadas por el régimen madurista atentan contra la seguridad nacional de nuestro país. Por supuesto que las dramáticas circunstancias que se viven en los departamentos y ciudades fronterizas, mientras que las guerrillas colombianas tienen de retaguardia el territorio venezolano, bien valen una conversación de fondo con los agentes diplomáticos de Putin. Y en ese sentido está bien que el mismo presidente Iván Duque ponga el tema sobre el tapete. Pero eso es un asunto de otro tenor.
Ahora, si el Presidente cree en las mismas palabras de su ministro e inclusive tiene sospechas sobre bases de Rusia en Venezuela, con quebrantamiento del derecho internacional, eso va mucho más allá de los aviones Sukhoi de que alardeaba Chávez. Y en ese caso el contenido de esa conversación “franca y abierta” que pide el primer mandatario debe ser de conocimiento público, puesto que allí habría un motivo real de enemistad y agresión y un cambio cardinal en el escenario geopolítico de la región.