Tras una sesión inusual del Congreso de los Estados Unidos se aprobó el acuerdo fiscal por los dos grandes partidos políticos de ese país y el Gobierno. El desencuentro de las partes mantenía desde finales del año pasado los mercados internacionales en ascuas, por las propuestas encontradas en materia impositiva, así como por las fatales consecuencias que tendría para la economía mundial un colapso de esa potencia por cuenta de la hostilidad política. Hostilidad que es el reflejo de la división del país, pese a que el presidente Barack Obama alcanzó un nuevo mandato popular. En la Cámara de Representantes consiguieron al final de interminables discusiones y tires y aflojes, que prosperara la iniciativa destinada a impedir la entrada en vigor de alzas automáticas de impuestos y recortes del gasto, negativas para la economía. El acuerdo logró preservar un tanto las finanzas de millones de hogares de la clase media amenazados por mayores cargas impositivas, las que a la larga tienden a debilitar el consumo interno y golpean severamente la economía, como está pasando en estos momentos en España y otros países de Europa, que han seguido a rajatabla las fórmulas de los burócratas de los organismos internacionales, afectando el empleo y el crecimiento en grado superlativo.
En estos tiempos de crisis económica los gobiernos intentan solventar sus finanzas a como dé lugar, por lo general con miras cortoplacistas que no tienen en cuenta el crecimiento a futuro, sino los ingresos inmediatos. La falta de organización de la clase media en casi todos los países determina que la codiciosa burocracia oficial se ensañe con sus bolsillos, mientras privilegia a los más poderosos e influyentes grupos económicos: la fórmula de esos burócratas es tan sencilla como inequitativa, contraria al más elemental concepto de justicia social y consiste en el siguiente axioma: entre más ganen los conglomerados deben pagar menos impuestos y en cuanto se puedan trasladar sus obligaciones con el fisco al consumidor. Cuando de lo que se trata es de revisar los gastos del Estado, hacerlo mas eficiente y conseguir que contribuya decididamente al crecimiento. Lo que no aceptan los grupos políticos adictos al asistencialismo social con miras a ganar elecciones. Ellos predican que aumenten los impuestos a los ricos, se grave más a la clase media y en vez de recortar los gastos del Estado, si es preciso se aumenten. El presidente Obama insiste en tener más recursos estatales para actuar socialmente y considera que los más ricos pueden pagar más. Si bien, como lo establece la experiencia en cuanto se aumentan más de la cuenta los impuestos a las grandes empresas, las mismas trasladan mediante el alza de los precios de su producción o servicios al consumidor. El problema es que de no manejar la fórmula que se aplique con sumo cuidado el fantasma de la recesión está a la vuelta de la esquina.
Por lo mismo es de gran importancia que la Cámara de Representantes consiguiese impedir que se establecieran alzas automáticas de impuestos como quería el Gobierno, pues ese tipo de medidas suelen ser peores como remedio que el mal que pretenden combatir. En una país con una economía tan diversificada y poderosa, con Estados que, en ocasiones, tienen intereses contrapuestos no es fácil hacer una política económica que satisfaga a todos, de lo que se trata, y ese es el gran reto de los Estados Unidos, es de crecer en medio de la competencia internacional y de los vientos encontrados que afectan la economía mundial. Los que consideran que se dio un triunfo decisivo de la Casa Blanca, no parecen tener en cuenta que se logró apenas un acuerdo transitorio, como para calmar los mercados, en tanto se evita caer en el abismo fiscal por ahora, en cuanto el recorte global del 10% en el gasto público se pospone por dos meses en tanto la reserva del Tesoro anuncia que el Gobierno se aproxima al techo de deuda en US$ 16.4 billones. Lo que significa que en tanto no se consiga crecer y ser más competitivos, la población se verá cercada como en otros países por las deudas que debe pagar, que es lo que ha provocado la caída del consumo en Europa y la consecuente recesión.
En buena parte la preocupación internacional por la suerte de la economía de los Estados Unidos se debe a que esa potencia es una de las principales abastecedoras agrícolas y de bienes, con un músculo financiero de vigor excepcional. Y un consumidor fundamental de productos foráneos del planeta, en donde caiga la capacidad de compra estadounidense las demás economías se afectan.