Las lenguas, según la definición del Ministerio de Cultura, son el principal instrumento para la preservación y el desarrollo del patrimonio cultural intangible. Conforman la columna vertebral de las culturas en donde yace toda su memoria histórica, cosmovisión, sabiduría, identidad y tradiciones.
Ese concepto pone de presente la importancia de que en nuestro país se conserve a toda costa la rica herencia lingüística. Para evidenciar lo trascendental de esta meta hay que tener en cuenta varios datos clave: en Colombia se hablan 68 lenguas nativas por cerca de 850.000 personas: 65 son indígenas de origen amerindio; 2 criollas: la palenquera de base léxica española y el creole de base léxica inglesa; y la lengua romaní del pueblo Rrom o Gitano.
Según el Ministerio, aunque varias de esas 64 lenguas evidencian una alta vitalidad, 34 son habladas por grupos de menos de mil personas, lo que significa que su riesgo de desaparecer es muy alto. Entre las cinco lenguas que se consideran casi extintas están: Tinigua (1 hablante), Nonuya (3 hablantes), Carijona (30 hablantes pasivos), cocama (3 hablantes activos, 50 pasivos), Pisamira (13 hablantes).
En la otra orilla se ubican aquellas lenguas que se mantienen con una alta vigencia y cuya transmisión generacional garantiza su permanencia en el tiempo. Se trata de los dialectos Wayuúnaiki, Kogui, ika, Tule, Barí, Uwa, Sikuani, Curripaco, Puinave, Cubeo, Tucano, Wounán, Embera.
Precisamente en 2010 se expidió en Colombia la Ley 1381 cuyo principal objetivo es garantizar el reconocimiento, la protección y el desarrollo de los derechos lingüísticos, individuales y colectivos de los grupos étnicos con tradición lingüística propia, así como la promoción del uso y desarrollo de sus lenguas.
Este viernes se celebró en todo el planeta el Día Mundial de la Lengua Materna y el Día Nacional de las Lenguas Nativas, razón por la cual en nuestro país el Ministerio, a través de la Dirección de Poblaciones, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia y el Instituto Caro y Cuervo, realizaron una serie de eventos para reflexionar acerca del futuro de estos dialectos en nuestro país y cómo preservarlos como parte de nuestra herencia cultural.
Este último es un proceso complejo y de largo aliento, pues no solo requiere de un contacto directo con las comunidades indígenas, gitanas, palenqueras y raizales, sino que exige generar diagnósticos que permitan diseñar estrategias para que el dialecto no pierda vigencia. Ya hay avances muy importantes, como el desarrollo de la aplicación de Lenguas Nativas que puso a prueba el Instituto Caro y Cuervo, con el fin de que la ciudadanía pueda conocer más a fondo los contenidos y características de cada conjunto idiomático. También se trabaja en materia de traducciones, intérpretes, así como en la generación de espacios de uso y trasmisión de las lenguas nativas. Todo ello acompañado con la puesta en marcha del Consejo Nacional Asesor de Lenguas Nativas.
Lo importante, como se dijo, es no perder ese impulso y que las futuras generaciones puedan conocer y acceder a nuestra rica herencia lingüística.