EDITORIAL ¡Venezuela, sí, sí, sí! | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Martes, 18 de Julio de 2017

Sobre Venezuela se exige de la América Latina, básicamente, el amparo a la libre autodeterminación de los pueblos. Porque eso es lo que está en juego cuando el régimen de turno desconoce ese principio olímpicamente. Como por igual  ha actuado de la misma manera cínica, a lo largo de estos últimos años, contra las ramas del poder público. Porque, en efecto, allí está anulada la rama Legislativa, cercenada la Judicial, y la Ejecutiva no goza de legitimidad alguna, luego de desechar los resultados o pasar por alto los eventos electorales. Es decir, como es sabido, una dictadura.

Pero más que una dictadura, es decir la suspensión temporal de la democracia, lo que allí existe es una tiranía, porque además de tomarse el poder omnímodo y omnipotente el régimen ha volteado las armas contra la ciudadanía que dice representar. Y cuando ello ocurre no queda más camino que la acción apropiada y determinante para la salvación de un pueblo, que por lo demás en todas las formas civilizadas ha demostrado su negativa a la usurpación, asimismo carente de todo piso institucional y tan solo nutrida de militarismo protervo.

Está muy equivocado, por tanto, el régimen “madurista”, si en verdad cree que puede eternizarse. Las épocas de la revolución cubana, en las que se dejó perder ese pequeño país en manos de una dominación extranjerizante y extraña a la voluntad popular, son cosas tan anacrónicas como la “guerra fría”. Mal que bien hoy la América Latina es una zona eminentemente democrática, despejada de las dictaduras de izquierda y derecha que la azotaron durante un buen tiempo. De hecho, como viene demostrándose, la justicia opera incluso contra los más altos niveles del poder político y económico y a nadie se le ocurre fraguar seudo instituciones paralelas para evitar los juicios contra la corrupción. Mucho menos están a la mano procedimientos tan espurios como una Asamblea Constituyente, sin el consenso nacional y como garrote político, lo que es una infamia que consiste única y exclusivamente, como lo hemos dicho, en seguir dando curso a la satrapía enquistada.         

Pero no basta a los operadores políticos internacionales, por supuesto, simplemente con evidenciar el fenómeno que pueda analizarse, más fríamente, desde el periodismo o la academia. Tienen que actuar ya. Aquí y ahora. Y las cosas están dadas para ello. Ya no hay, ciertamente, fachada alguna como la infamante mascarada que se dio con el prolongado manoseo de la figura por fortuna incólume del Libertador, de modo que desde luego no existe raigambre alguna que tener en cuenta, como nunca existió. Tampoco hay ningún modelo político de sustento y por el contrario la autocracia actual se vislumbra como la peor de las peores en la historia venezolana, donde han sido reiterativas. Por su parte el modelo económico, dizque pilar de algo así como el socialismo siglo XXI, ha llevado a la más calamitosa hecatombe en todas las áreas, con una inflación desbocada, la hambruna persistente, el desabastecimiento a la orden del día, el país parado, la corrupción sin talanquera y la mala administración como adalid de la quiebra. Es decir, el desastre, no por fatalismo, sino por la realidad monda y lironda. De suyo, un panorama peor que el de la Unión Soviética cuando se disolvió, con la diferencia de que allí al menos se tuvo el carácter de reconocerlo.

Luego de los más de siete millones doscientos mil  de votos, incluidas las cifras internas y del exterior, que obtuvo el plebiscito anteayer contra la espuria Asamblea Constituyente no hay camino alguno para la negociación con el régimen. Esto, por lo demás, en solo 14.000 mesas de las 45.000 que suelen incorporarse, en el país, en eventos de este tipo y prácticamente con las uñas. Maduro, por supuesto, ha salido a denegarlo todo, pero es evidente el atortole de la satrapía cuando se ha quedado sin cantera democrática de donde sacar votos. Está arrinconado y así debe quedar hasta que se caiga. Signado por su propia inviabilidad, no es factible asimismo hablar de oposición en Venezuela. Este es un término que se usa cuando hay instituciones vigentes. No es pues oposición lo que hay en la nación hermana, sino resistencia. Resistencia civil. Resistencia democrática. Resistencia histórica.

Con semejante votación es claro que el Congreso está en la facultad y tiene la obligación de negar la Constituyente. Al mismo tiempo que los países amigos de Venezuela, de su gente, de sus próceres, tienen que aprestarse a defender, a como dé lugar, el principio de la libre autodeterminación de los pueblos. ¡Venezuela: sí, sí, sí!

 

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