Han pasado ya tres años desde el inicio de la frágil recuperación de las economías desarrolladas en 2013, tras la crisis financiera de Lehman Brothers en 2007-2008.
Infortunadamente, la economía mundial aún no parece recuperarse del todo y resulta preocupante observar cómo a lo largo de 2015-2016, se acentuó la dicotomía entre el pobre desempeño del sector real a nivel global a ritmos del 3%, de una parte, y las sorpresivas valorizaciones de los mercados de capitales, de otra parte.
En buena medida, este buen desempeño financiero obedeció a la postergación del alza en la tasa de interés de la FED hasta que, finalmente, el buen comportamiento del mercado laboral, la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos y sus anuncios de revitalización de las inversiones en defensa e infraestructura llevaron a la FED a iniciar su ciclo alcista de la tasa repo probablemente hacia niveles del 1,25%-1,50% al cierre de 2017, frente al 0,75% de 2016.
Colombia desacelera
En medio de este complicado entorno global revela un informe de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras, ANIF, Colombia se perfila hacia una fuerte desaceleración a ritmos del 1,8% en 2016 frente a 3,1% en 2015.
Allí ha quedado claro que persisten serios problemas estructurales que el Gobierno no ha sabido pilotear con la debida prontitud, especialmente en lo referente a la crisis exportadora, con persistentes contracciones a ritmos del -16,5% anual en dólares al corte de noviembre de 2016 contra el -35% un año atrás; la baja competitividad del agro y la industria; y los elevados costos del transporte y de la mano de obra, con nulos avances en el desmonte de los sobrecostos laborales, tras lo logrado en la Ley 1607 de 2012.
Esta coyuntura de estancamiento global-local amerita actualizar el Índice de Enfriamiento Económico IEE.
Hay que recordar que el IEE está compuesto por seis indicadores macroeconómicos: inflación, tasa de desempleo relativa a su promedio de 10 años, brecha del producto, expansión crediticia relativa al crecimiento del PIB-nominal, tasa de interés real y la cuenta corriente externa.
Cada uno recibe una calificación en el rango 0 cuando hay nulo recalentamiento a 2, máxima alarma de recalentamiento.
Estos indicadores se han sintetizado en un índice cuyo valor de 100 expresa el grado máximo de recalentamiento.
El indicador
El índice recoge acertadamente los ciclos recientes de la economía colombiana. Se nota cómo durante la mayor parte de 2016, el IEE se ubicó en la zona ‘tibia’ en sus tres variantes.
Allí se observaron efectos encontrados, donde por el lado del “enfriamiento” se destacan la desaceleración económica con afectaciones en el mercado laboral, perfilándose la tasa de desempleo hacia valores promedio del 9,2% en 2016 contra 8,9% en 2015, donde el fenómeno de “trabajadores desalentados” evitó un mayor deterioro, y la menor expansión crediticia cercana al 2% real en 2016 frente al 8,5% en 2015, con preocupantes contracciones del -1% real en la cartera comercial, donde comienzan a vislumbrarse deterioros en la calidad de la cartera, aunque se parte de niveles históricamente bajos del 3,5% en la relación cartera morosa/total.
Por el contrario, señala el reporte de ANIF, los efectos de recalentamiento durante 2016 provinieron de los persistentes desbalances externos, pese a la ligera corrección derivada del ajuste de las importaciones, contrarrestando el efecto de los menores precios del petróleo, donde la cuenta corriente habría cerrado con déficits del -4,5% del PIB en 2016 contra -6,4% del PIB en 2015; y las altas presiones inflacionarias registradas durante buena parte de 2016, llegando a picos del 9% en julio, por cuenta del fuerte Fenómeno de El Niño y el elevado ‘passthrough’ cambiario, convergiendo solo al cierre del año hacia el 5,7%.
Al incluir el mercado accionario e hipotecario, el IEE desciende hacia el techo de la zona “tibia” al cierre de 2016.
Ello se explica por el menor dinamismo de los precios de la vivienda, observándose expansiones reales cuasi nulas frente a niveles del 4%-6% un año atrás, evidenciando el rasgamiento de la burbuja hipotecaria.
Ese menor dinamismo inmobiliario terminó contrarrestando la recuperación del mercado de capitales, donde el Colcap arrojó sorprendentes ganancias del 17% anual en 2016, favorecido por la elevada liquidez externa y las expectativas de mayores utilidades minero-energéticas provenientes del repunte de los precios del petróleo y, eventualmente, de menores tasas de tributación empresarial según lo mandado en la Ley 1819 de 2016.
Ahora bien, ¿qué señala el IEE para 2017?
Los pronósticos de ANIF indican que dicho índice estaría deteriorándose hacia el piso de la zona “tibia” (niveles de 31-36).
Ello se debe a que el único componente de mayor “temperatura” sería el crecimiento económico, cuya magra recuperación hacia el 2,2% luce insuficiente para impulsar significativamente la generación de empleo y la expansión crediticia probablemente estancada en valores del 1% real.
Así, estarían primando los efectos de “enfriamiento” de la convergencia en la cuenta externa, hacia el 4% del PIB, en buena medida por la recuperación en el precio del petróleo y la inflación hacia el 4,6% al cierre del año, aunque con presiones alcistas provenientes del incremento del IVA y el salario mínimo legal a tasas del 7%.
Ese espacio en brecha del Producto negativa y la reducción gradual de la inflación le permitirían al Banco de la República reducir su tasa repo hacia niveles del 6% al cierre del año, es decir 150 puntos básicos menos frente al cierre de 2016.
Desempleo
A su turno, la Fundación para la Educación Superior y el Desarrollo, Fedesarrollo, señaló en su informe Perspectivas del Mercado Laboral Colombiano 2017 que las proyecciones sobre crecimiento de la actividad productiva, los sectores de comercio y servicios tendrían un dinamismo similar al observado en 2016, con tasas de expansión de 2,0% cada uno.
Sin embargo, su dinamismo podría verse afectado durante los primeros meses del año por los registros negativos en la confianza del consumidor, el incremento del IVA, la caída de la demanda de bienes durables y productos importados y el aumento de las tasas de interés de los créditos de consumo.
Probablemente, estos factores solo empezarían a revertirse a partir del segundo trimestre del año. Dado que entre ambas actividades se concentra casi el 50% del empleo total en el país, el bajo crecimiento del comercio y los servicios en la primera parte de 2017 podría tener repercusiones desfavorables sobre el mercado de trabajo.
Ello sería especialmente notorio en las cabeceras municipales, donde estos dos sectores representan el 54,2% del empleo, en contraste con las zonas rurales, donde ese porcentaje es de solo 21,8%.
Desde mediados de 2016 se están generando menos trabajos en las zonas urbanas que en las rurales. Las perspectivas del comercio y los servicios permiten prever que esa tendencia se mantenga en los próximos meses.
Las proyecciones de Fedesarrollo sugieren que el sector industrial crecería en 2017 a tasas de 3,5%, ligeramente inferiores a las de 2016.