Por Giovanni E. Reyes (*)
MÁS QUE considerar el desempeño directo de la economía estadounidense, lo que tiene mayor relevancia para muchos países, especialmente para los latinoamericanos, es el conjunto de repercusiones que se generan a partir de la dinámica productiva en la potencia del norte. El comportamiento de las variables en la economía que se gestiona desde Washington tiene especial importancia: con casi el 5 por ciento de la población del mundo, se genera el 28 por ciento del total de producción planetario.
Se trata es un elemento vital al momento de realizar cualquier análisis de perspectiva de las economías, especialmente las latinoamericanas. Estas últimas están enfrentando en la actualidad, una etapa incipiente caracterizada por ya no tener altos precios en los productos de exportación, de devaluaciones de las monedas, teniendo también la necesidad –recurrente por cierto- de generar bienes con valor agregado, que les permita una menor vulnerabilidad en las balanzas comerciales.
En medio de este panorama, expresado por demás a grandes rasgos, se tiene que la política monetaria de Estados Unidos, puede estar –virtualmente está- ad-portas, de elevar las tasas de interés. La verdad es que esta situación tiene todos los visos de concretarse, pero el sólo hecho de presentar indicios, ha sido un factor –muy probablemente no el único- que ha provocado salidas de capitales de los países latinoamericanos y con ello la devaluación de sus monedas. Lo que se traduce en encarecimiento del dólar.
Empleo
No obstante, es preciso reconocer los datos últimos del desempeño económico de Estados Unidos. En abril pasado, por ejemplo, se reporta oficialmente que el país llegó a crear no menos de 350,000 puestos de trabajo fuera del ámbito agrícola. Este dato es muy importante, porque estaría directamente relacionado con el aumento de la demanda efectiva en el mercado interno.
Con ello se estarían ampliando, hasta cierto punto, las oportunidades para un significativo número de personas. Esto puede traducirse en elevación de los índices de confiabilidad en el consumo y con ello se dinamizarían los factores domésticos o sub-sistémicos a favor del crecimiento económico.
Es de tomar en cuenta que tal y como acontece con la mayoría de economías de gran tamaño, en Estados Unidos el peso del sector externo –exportaciones e importaciones- es de cerca del 12 por ciento del total de la economía. En cambio la demanda del mercado interno sería responsable en un 65 por ciento del crecimiento del total de producción anual en ese país.
Como lo ha documentado Ignacio Crespo, el nivel actual de desempeño de la economía norteamericana es de media cocción. No está desbocado, pero tampoco tiene niveles tan inseguros en su aumento. No se tienen en las condiciones actuales, significativas amenazas en cuanto a presiones inflacionarias.
Es más, el desempleo abierto llega a 5.3 por ciento. Se trata de un nivel bajo, ciertamente, lo cual ha causado beneplácito, y exaltaciones por parte de la Administración Obama. Sin embargo, el problema es que mucho del nuevo empleo que se ha creado, no se ubica en el rango de “calidad” es decir no tendería a tener salarios muy altos. Este sería un factor clave en la carrera por la Casa Blanca: quienes se sienten marginados simpatizan con el populismo de derecha de Donald Trump, auténticos indignados pero ladeados hacia lo más añejamente conservador.
Ocupaciones
Además, los valores del desempleo abierto han tendido a disminuir influenciados también, por el número de personas que han desistido de búsqueda de una ocupación remunerada. Una prueba de esto último es que la tasa de la participación de la población económicamente activa en el país, es similar a la que se tenía en 1978, hace 37 años.
De manera inmediata, es posible que la Federal Reserve –el sistema que hace las veces de Banco Central en Estados Unidos- llegue a la conclusión de que debe elevar las tasas de interés. Con ello se tendría margen para luego, una vez que la economía pueda no arrancar con pleno desempeño, volverlas a bajar. Si no lo hace, debería de todas maneras bajar esas tasas, pero a partir de los niveles actuales, lo que implicaría contar con un menor margen de maniobra en términos monetarios.
Este último escenario sería similar al ejecutado durante el período que arrancó casi en 2002 con una política monetaria y fiscal expansiva. Lo que se buscaba era dinamizar el aparato productivo, aunque ello posibilitó seguir profundizando tanto del déficit fiscal como la deuda total de Estados Unidos. Una deuda externa que por cierto, sobrepasa ya el total del producto interno bruto del país.
La elevación de tasas de interés en la potencia del norte generaría que las monedas de las principales plazas económicas de Latinoamérica tendieran a devaluarse con mayor intensidad. Esto no es totalmente adverso. De esta manera, las exportaciones de estos últimos países pueden llegar a ser más competitivas.
El problema que se tiene es que con una devaluación galopante, se puede muy bien terminar importando inflación. Los productos que se compran en el exterior son más caros. Y muchos de esos bienes son precisamente insumos para la producción y equipos indispensables para generar las exportaciones. De esa cuenta, se puede llegar a disminuir el poder de compra de amplios sectores poblacionales y el mercado interno pierde fuerza como motor del crecimiento económico.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.