Por GiovanniE. Reyes (*)
En lo fundamental, lo que los “papeles de Panamá” comprueban una vez más, es la verdad muchas veces sospechadas y otras tantas negadas, sobre la constitución de los paraísos fiscales. En verdad se siente pena ajena ante “la defensa” que montan autoridades que se ven -como el marido infiel que es atrapado in fraganti- forzados a enfrentar la elocuente evidencia de los hechos.
Sin embargo, como todo en la vida, las condicionantes y contextos no son blanco-negro y es necesario establecer matices. En principio es de aclarar que no es delito abrir cuentas en dólares o en moneda dura en otros países. Tanto personas jurídicas como individuales lo pueden hacer sin violar normas que generalmente están establecidas.
El delito sí es que esa apertura de “empresas de papel” esto es, ficticias, se realice con el fin de evadir impuestos en los países en los cuales se produce la riqueza. Y eso es lo que está en el fondo del caso y el nudo vital de lo que se trata.
La filtración informativa, gracias periodistas europeos se compone de unos 11.5 millones de registros que tenía la “firma consultora” Mossack-Fonseca -sí, así entre comillas dado que casi todos mienten en estos circuitos donde se mueven inmensos caudales de dinero-. Es de advertir que esta empresa no sólo opera en Panamá sino también en distintos países del mundo, curiosamente donde hay paraísos fiscales. La firma es evidente que ayudaba a poderosas personas u organizaciones a lavar dinero, eludir sanciones y evadir impuestos.
En lugar de enfrentar estos hechos, las autoridades panameñas, al igual que el marido infiel que ha sido atrapado, grita destempladamente que “no somos los únicos”, que “el problema es global”, que esto “se debe enfrentar mediante planes integrales”, que “a Panamá se le respeta”.
Parte de los aspectos centrales de los “papeles de Panamá” es que se tiene ahora la evidencia de manejos irregulares que eran favorecidos por la empresa. Ante ello los empresarios se desgarran las vestiduras clamando arrodillados que es la prensa “la que ha creado el revuelo”, que “¿por qué no se señala que la filtración, que la documentación fue adquirida mediante un delito”. Queda claro: en lugar de ver los astros que señala el dedo de un conocedor, se critica que la uña del dedo está cortada de manera asimétrica.
Sin embargo no sólo son los manejos irregulares los que se ponen al descubierto, sino algo más de fondo: parte al menos de las formas o maneras en que políticos, grandes empresarios, personalidades del deporte, del arte, personajes públicos y abiertamente delincuentes –todos amalgamados- esconden riquezas, lavan capitales. Allí está el Presidente Macri de Argentina, el ahora renunciado Primer Ministro de Islandia, y hasta el anciano Nobel peruano Mario Vargas Llosa quien ahora se divorcia para ser –quien lo iba a creer- integrante vehemente de la “prensa del corazón”.
Tanto personas como empresas, tratando con estas prácticas en los paraísos fiscales, y en muchos casos tienen éxito, de evadir responsabilidades fiscales, de dar cobertura a patrimonios que no son dignos de mostrar. Tratan de evitar que se evidencien conflictos de intereses tal y como investigadores como Ariel Aharonian y Ronen Palan, lo documentan desde Europa.
Esta situación pone también de manifiesto, lo que es el verdadero queso suizo, dados sus múltiples vacíos, del sistema financiero internacional. Eso permite, aparte de lo señalado con anterioridad, relocalizar utilidades y evitar el pago de responsabilidades fiscales. Es cierto que en los gobiernos en mayor o menor grado hay corrupción, y que las fuerzas armadas acaparan mucho de la riqueza producida, pero esto no es justificación para los incumplimientos del fisco.
Es del desempeño de las instituciones, con todos sus problemas, sus luces y sus sombras, que se establecen las carreteras, los aeropuertos, los sistemas de seguridad y un mínimo de atención en salud y educación. Para sólo señalar algunos aspectos.
No es de olvidar que Panamá no es ni mucho menos el primer caso. Primero se tuvo a los LuxLeaks, luego a los SwissLeaks que se centraban en el banco internacional HSBC y ahora antes de que concluyan dos años, se tienen los “papeles de Panamá”. Es claro que estas prácticas dañan las condicionantes de competitividad y de innovación que deben ir robusteciendo los países mediante las prácticas de sus entidades incluyentes, tal y como es parte del argumento central de los profesores Daron Acemoglu y James Robinson, en su obra “Por qué Fracasan los Países” (2012).
En 2009 el G20 anunció que se ponía fin al secreto bancario. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) también ha hecho esfuerzos al respecto. Todo eso ha sido evidentemente en vano. De conformidad con lo estudiado por Gabriel Zucman, desde hace 7 años, los caudales mundiales que se ocultan se han incrementado en un 25 por ciento y alcanzan los 7.6 millones de millones de dólares. Esto equivale nada menos que al 8 por ciento de la riqueza mundial.
(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor de la Universidad del Rosario.