Por: Pablo Uribe Ruan
Somos así, de altibajos; de eufóricas celebraciones a críticas desproporcionadas. En cuatro días pasamos del sentimiento colectivo mundialista a la detracción y la búsqueda de culpables luego de la derrota en Uruguay.
El viernes, después de ganarle a Ecuador, poco importaba el fútbol de la selección, que de por sí estuvo bastante regular, si no por obvias razones los tres puntos. Era secundario el mal partido, el penalti de Ecuador errado y la fiesta de Montero en el medio campo. Ganamos, ese era el objetivo. Queríamos volver a pronunciar: de nuevo en un mundial o de nuevo en el repechaje; yo junto con los estadistas nos inclinábamos por lo segundo.
Parece que se nos olvidaba, ni más ni menos, que el martes enfrentábamos a la tercera del mundial de Suráfrica en un estadio en el que sólo hemos ganado 1 vez en 40 años, con gol de WIllington.
Ante Uruguay no se puede parpadear, es así de simple, un respiro y los celestes nos metieron el gol. Gran parte del partido manejamos el balón, pero perdimos por dos desconcentraciones que no se le pueden atribuir exclusivamente al debutante Medina. No se trata de buscar culpables.
Pero sólo fue esperar el pitazo final para que empezaran las lluvias de críticas dirigidas a Medina y, en menor grado, al planteamiento de Pekerman. Se les olvida, a algunos, que esto es fútbol, como lo dijo Tabárez, “la línea entre ganar y perder pende de un hilo”. Miren, es paradójico. El viernes jugamos mal y ganamos, el martes jugamos relativamente bien y perdimos. ¿Dónde estaban los críticos el viernes?
Una piedra en el camino no puede dar lugar a despotricar a quienes tienen fe en clasificar a Brasil. Dejen esa crítica desmesurada con ínfulas de protagonismo. Ya estamos en el Mundial.