El número de personas que padecen hambre se ha reducido en veinte años de mil millones a unos 870 millones, pero la cifra es aún inaceptable y el impulso para acabar con ese flagelo que afecta a un habitante de la Tierra de cada ocho se está frenando, indicó el martes la FAO.
En el período 2010-2012, 868 millones de personas sufrían "subnutrición crónica", frente a mil millones en 1990-1992, precisa el informe sobre "El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo", de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
"El informe trae sin dudas buenas noticias. Hubo avances en la lucha contra el hambre, pero el número (de personas desnutridas) sigue siendo muy elevado", dijo el director general de la FAO, el brasileño José Graziano da Silva, en una rueda de prensa en Roma, sede de la entidad.
El planeta "dispone de alimentos en cantidad suficiente para alimentar a todo el mundo", dijo Graziano, para quien aún es posible reducir por la mitad el número de personas con hambre hacia el año 2015, uno de los Objetivos del Milenio de la ONU.
Pero de todos modos, "la única cifra aceptable es cero, y la alcanzaremos", agregó el que fue el principal responsable de la aplicación del programa "Hambre Cero" del gobierno brasileño.
Luca Chinotti, de la ONG Oxfam, denunció "la inacción de los gobiernos" ante "el mayor escándalo de nuestra época", que condena al hambre a más personas que toda "la población de Estados Unidos, Europa y Canadá".
En 2009, la FAO había anunciado que la desnutrición afectaba ya a más de mil millones de personas, pero los datos divulgados este martes se basan en una nueva metodología con la que revisó todas sus conclusiones de los últimos veinte años.
Según el informe, "la mayoría de los progresos se logró antes de 2007-08" pero "desde entonces los avances a nivel mundial en la reducción del hambre se han ralentizado y estabilizado".
El frenazo se debe a múltiples razones, como "la crisis económica mundial, el alza de los precios de los alimentos, la creciente demanda de biocarburantes, la especulación sobre materias primas alimentarias o los cambios climáticos", enumeró el director general de la FAO, Jomo Sundaram.
De las 868 millones de personas que padecen desnutrición, la enorme mayoría -unos 852 millones- "vive en países en desarrollo, donde la prevalencia de la subnutrición se estima actualmente en el 14,9% de la población".
La geografía del hambre se concentra en tres regiones, que suman 705 millones de afectados: el sudeste asiático (304 millones), el África subsahariana (234 millones) y Asia oriental (167 millones).
En América Latina y el Caribe, 49 millones de personas padecen de subnutrición.
Las tendencias de los últimos 20 años son contrastadas, según los continentes.
"En el sudeste de Asia y en Asia oriental se ha registrado la reducción más pronunciada de la proporción de personas subnutridas en las regiones en desarrollo entre 1990-92 y 2010-12 (del 13,4% al 7,5 % y del 26,1% al 19,2%, respectivamente), mientras que en América Latina también disminuyó, del 6,5% al 5,6%", indica la FAO.
Pero "durante el mismo período, la proporción ha aumentado del 32,7% al 35% en Asia meridional, del 17% al 27% en el África subsahariana y del 1,3% al 2,9% en Asia occidental y África del Norte".
El crecimiento económico no basta para reducir el hambre
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El crecimiento económico, apunta la entidad de la ONU, "es necesario pero no suficiente para acelerar la reducción del hambre y la malnutrición".
"Durante la última década, el crecimiento del ingreso per cápita fue positivo en todas las regiones en desarrollo, pero en muchos países (...) no desembocó en una reducción significativa del hambre, lo que sugiere que es poco probable que el crecimiento por sí solo tenga un efecto considerable en la reducción del hambre", destaca.
Para salir del hambre, el crecimiento "debe implicar y extenderse a los pobres mediante el aumento del empleo y otras oportunidades de generación de ingreso" y verse respaldado por "medidas públicas" para "financiar la educación, el desarrollo de las capacidades y una amplia variedad de programas públicos de nutrición y salud", prosigue el informe.
Otra clave pasa por "el aumento de la productividad de los pequeños agricultores" en los países en desarrollo y por su "integración a los mercados".
Además, la lucha contra el hambre supone "mejorar la calidad de la alimentación, esto es, la diversidad de la dieta, la variedad, el contenido de nutrientes y la inocuidad" de los alimentos, subraya.