Derrumbe económico de Venezuela | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Enero de 2018
  • Ejecución de Óscar Pérez
  • Las alforjas de la corrupción

Hace apenas una década algunos futurólogos apostaban por Venezuela, bajo el régimen chavista, como una potencia regional, al igual que destacados economistas y “profetas” de izquierda sostenían que con el gobierno del comandante, la prosperidad y la abundancia forjarían una especie de paraíso tropical, ejemplo para el mundo. Al mismo tiempo, el hoy desaparecido Hugo Chávez vendía su revolución favoreciendo a los partidos de izquierda de la región con millares de dólares para gastar en las elecciones. Se beneficiaron con tal generosidad, entre otros, los partidos de Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, los Kirchner en Argentina, lo mismo que partidos de izquierda en Uruguay y Centroamérica.

Esos mismos petrodólares sostuvieron las protestas opositoras en el zócalo de ciudad de México e intentaron doblegar a Honduras, mientras a la Cuba de Fidel Castro, hoy también fallecido, se le regalaba petróleo. Las gentes del pueblo venezolano se sentían protagonistas de los grandes cambios en la región y en el mundo, en tanto recibían bolsas de alimentos y toleraban la corrupción de los agentes del régimen. Desde la ONU, el comandante regañaba a las potencias y desafiaba a Occidente, pero también a la suerte. Al bajar los precios del crudo la economía comenzó a deteriorarse notablemente, pero se vivía con la esperanza de que el precio del oro negro se recuperara. Y tras la intervención del socialismo del siglo XXI en la economía, la industria, el sector agrario y el comercio, siempre en detrimento de la libre empresa, y con la muerte del comandante, en Cuba, que se puso en evidencia que el país se encontraba al borde de convertirse en un Estado fallido.

En ese momento y designado Maduro con anterioridad por el comandante como su sucesor, específicamente cuando le anuncia a su país y al mundo que estaba muy mal de salud y que apenas un milagro de María Lionza lo podría salvar, que todos esperaban que el desde entonces presidente tomara las medidas pertinentes para salvar la economía y evitar el colapso. No fue así. Dada su debilidad y desconocimiento de la economía nacional e internacional, en vez de intentar detener la caída financiera del país, resolvió derrochar más dinero en política y mermelada para los políticos del régimen.

Las consecuencias de esa suicida política se evidencian, en el corto plazo, en casi todos los campos de la economía venezolana, incluso en la misma industria petrolera por falta de mantenimiento industrial y la caída de la producción. Es entonces cuando compromete las reservas petroleras con China y Rusia, en tanto depende de las ventas del crudo a Estados Unidos e importa gasolina para abastecer el mercado interno. Se llegó a una situación impensable y la deuda externa del país comenzó a subir como espuma. Paralelo a ello, el gobierno Maduro empezó a ver cómo países vecinos o aliados, que le suministraban alimentos y medicinas, entre otras cosas, le cerraron el comercio ante el incumplimiento en los pagos. Ello lleva inicialmente a una carestía que comenzó a resentir fuertemente el bolsillo del pueblo -avivada por una galopante inflación- y, al poco tiempo, a una situación de escasez de los productos más básicos de la canasta familiar, así como de medicinas.

La situación se agrava con el paso de los días y lleva a una explosión social que encuentra como respuesta una dura represión a manos no sólo de las fuerzas policiales y militares, sino también de las milicias bolivarianas, el pueblo armado por el propio gobierno para defender la revolución bolivariana. El más reciente episodio sangriento y de represión aleve, produjo escalofrío, dolor y conmoción tanto al interior como al exterior de Venezuela. Fue el cerco, ataque y posterior abatimiento de Óscar Pérez, el expolicía y piloto que se rebeló contra el régimen. Él, junto a otros cinco inconformes, graba y trasmite por redes sociales lo que estaba ocurriendo en la vivienda donde se había atrincherado con sus compañeros y tras ver que no tenían salida, pretende negociar, pero los esbirros oficiales decidieron eliminarlos.

El despliegue policial y militar contra estos opositores demuestra que el régimen pretende mantenerse en el poder por la fuerza. A la par de todo ello, ese pueblo que sufre por falta de comida y oportunidades, crecen las denuncias de corrupción, millones de dólares que engordan las alforjas del oficialismo. Diputados opositores denuncian 89 casos de corrupción por un monto cercano a los US$70 mil millones, en los que estarían involucrados exfuncionarios y miembros del actual gobierno. Así las cosas, el derrumbe económico en Venezuela es más que evidente, pero el político, el del actual régimen, no se vislumbra.