Reportaje| Camila Osorio hizo historia en Nueva York | El Nuevo Siglo
AFP
Domingo, 8 de Septiembre de 2019
Alejandro Munévar

EL NUEVO SIGLO estuvo en Cúcuta con la familia de la campeona del US Open Jr.

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Son las 12 del día, los televisores del hogar Osorio Serrano en Cúcuta están encendidos. Hay esperanza, pero también ansiedad, celulares encendidos reciben llamadas de amigos y familiares que indagan la hora de inicio de lo que será, seguramente, el evento deportivo más importante de este año para ellos. La niña de la casa, “Camilita” está jugando su último partido de Grand Slam como junior nada más y nada menos que en el emblemático US Open. El próximo año empezará de lleno su carrera como profesional.

Juan Carlos y Adriana tienen costumbres distintas a la hora de ver los partidos. Adriana, la madre de Camila, es sentimental, siente los nervios de su hija y los suyos, mientras que Juan Carlos, el padre, trata de mantener la calma y mostrarse sereno, aunque en el fondo tenga una mezcolanza de emociones que solamente un padre puede sentir. Los dos Juan Carlos y Adriana han acompañado a Camila desde que empezó a pegarle a la pelotica amarilla, a la tierna edad de los seis años. Entonces ya mostraba condiciones y habilidades, pero pensar que la niña de Cúcuta, once años después sería la tenista número uno del país y estaría jugándose la final del US Open, no aparecía en el panorama todavía.

De esas épocas quedan varias cosas. Adriana siempre encomendada al Altísimo, va haciendo sus oraciones, un poco alejada de Juan Carlos que también encomienda a su hija a su manera. Mientras en la televisión se ve cómo Camila entra a la cancha, en casa sus padres se preparan para ver el partido. Hace apenas unos minutos acaban de colgar una llamada con Sebastián el hermano mayor de Camila, quien juega fútbol y hasta el año pasado estuvo en Alianza Petrolera. Esta vez fue él quien acompañó a la “niña” al torneo y estuvo encargado de llevar los mensajes de papá y mamá a Camila, quien antes de los partidos solamente toca el celular para escuchar música.

Juan Carlos le recuerda a su hijo que hay que estar pendiente en todo momento, de todas las bolas, de hablar con Camila solamente cuando es necesario y recordarle siempre que “los partidos se ganan bola por bola”. Siempre le ha dicho lo mismo y siempre funciona. Habrá más de mil historias de cómo Camila ha remontado partidos prácticamente perdidos mientras se repite en su cabeza el lema de su papá, “bola por bola”. Seguramente en el partido que hoy disputa quisiera que estuviera en las gradas viéndola.

Cábalas familiares

Como si fuera una tradición cuando están en un estadio mamá y papá no ven juntos el partido, en casa es diferente, pero en los torneos Adriana se hace cerca de Camila, siempre donde la pueda ver mientras que Juan Carlos prefiere llegar unos minutos después de iniciado el partido y hacerse lejos en un sitio en donde Camila no lo pueda divisar. Sin embargo, cuando se le pregunta a Camila ella siempre sabe dónde están papá y mamá. Increíble como en medio del partido tiene tiempo para buscarlos y ubicarlos.

En casa Juan Carlos llega unos minutos después a la sala, se prepara, se sienta y en silencio va viendo el partido tal y como hace en los estadios, habla consigo mismo y dice “bola por bola”.

Ella, Camila no lo dice, pero cuando ve el partido complicado siempre voltea buscando a su padre, quien con su estilo calmado y tranquilo le transmite la serenidad que necesita en ese momento. Adriana por su parte en medio de su nerviosismo, porque vive cada punto como si ella misma lo estuviera jugando, se encomienda a su fe, pide por su hija, no tanto por un buen resultado, sino por su salud, que no se lesione, que esté tranquila.

El partido no sorprende, va terminando el primer set 6-1 a favor de la colombiana, en la casa hay euforia pero es medida, saben que en el tenis puede pasar cualquier cosa, pero de a poco crece la ilusión.

Desde un rincón de la sala familiar EL NUEVO SIGLO observa en silencio cada uno de los movimientos que hay del equipo Osorio.

Equipo = Familia

Se estila en el mundo del tenis que los jugadores viajen con un equipo multidisciplinario, fisios, técnicos, managers, entrenadores, todos a disposición del deportista. Camila tiene su propio equipo, lo encabeza su papá y su mamá. Adriana viaja siempre con ella, hace las veces de madre, psicóloga, amiga, le carga la acreditación, le recuerda donde están las raquetas y está siempre pendiente de que no le falte nada. Su padre no siempre viaja, él desde Cúcuta está pendiente de que no le falte nada, que el hotel esté bien, que los tiquetes de avión estén en la fecha correcta. Con el pasar del tiempo se han ido sumando personas al equipo, ahora tiene un preparador físico que acompaña a Camila a algunos torneos; no solo la entrena sino que también le hace compañía en medio de los largos viajes. Eso sí cada decisión que se toma se hace en equipo, es decir en Familia.

El partido avanza, mientras que pasan por la mente de los padres de Camila todos los años que han pasado desde que empezó toda esta aventura, y es que si se piensa, si bien en los últimos años María Camila ha tenido grandes oportunidades y posibilidades, no todo ha sido un camino fácil. No siempre ha podido andar por una autopista de seis carriles, a veces a ella le ha tocado por el camino de piedra y empinado, pero al final eso es lo que le ha forjado el carácter, la personalidad y lo que le ha permitido sobresalir.

Mientras muchos jugadores de su edad se iban a entrenar a academias en Estados Unidos ella se quedó en Colombia. Mientras los lentes de las cámaras y los micrófonos estaban puestos en otros, ella trabajaba en silencio para hacerse un nombre en la élite mundial, esperando su oportunidad para demostrar de lo que está hecha.  

La victoria es inminente, Juan Carlos ha estado extrañamente tranquilo, sigue con la mirada en cada una de las pelotas. Ha dominado el partido de principio a fin frente a Alexandra Yepifanova, es el último saque de Camila como junior, es el saque que le va a dar la victoria, ella todavía no lo sabe, pero en casa su papá y su mamá ya celebran, saben que ese último punto es certero, que nada le va a quitar ese título. En Roland Garros se había escapado, en Wimbledon no se le dio, quedó con la sangre en el ojo después de lo que le pasó en los Panamericanos cuando fue eliminada en primera ronda, pero en Estados Unidos era su revancha. Se lo dijo a EL NUEVO SIGLO en medio de la llamada que le hizo a sus padres, “esta mañana me levanté con una buena energía, sabía que era un gran día, venía con muchas cosas de lo que pasó en la temporada pero las dejé ir, fue ver las heridas, ver la sangre y decidir pararme y salir a pelearla, en este caso a ganarla porque las finales no se juegan, se ganan”.

En la casa hay llanto, hay alegría, el festejo no se hace esperar, sus padres agradecen al creador por lo sucedido, por las bendiciones recibidas en su hija. Juan Carlos corre a arreglar los tiquetes de regreso para María Camila, tuvo que cambiarlos. Osorio Serrano terminó su carrera como junior de la mejor manera, quedándose con un Grand Slam, el hasta ahora más importante de su vida, porque seguro que vendrán cosas mejores, más grandes. Atrás quedan las heridas, la sangre de las derrotas, el desespero en Panamericanos cuando las cosas no se le daban.

Camila Osorio Serrano es la mejor tenista del país, lo que viene será solo ganancia.