Retirado entre lágrimas el martes tras más de dos décadas al máximo nivel, Rafael Nadal queda en el imaginario colectivo como un tenista que trascendió el deporte precisamente por haberse convertido en leyenda siendo fiel a sus valores: esfuerzo, constancia, deportividad y lealtad.
Se va ‘Rafa’, sin necesidad del apellido, el chico que jamás rompió una raqueta, el jugador de los mil tics, el tenista capaz de mejorar y adaptar su juego durante veinte años, el competidor feroz, el hombre de las remontadas imposibles...
“Espero ser un buen embajador del tenis”, señaló con humildad, ya en la madrugada española, en el homenaje que recibió en el Palacio de Deportes Martín Carpena de Málaga después de que España fuera eliminada por Países Bajos en los cuartos de la Copa Davis.
Horas antes, Nadal había perdido el primer partido de individuales, sus últimos raquetazos como profesional.
Fue una noche anticlimática en la ciudad andaluza. Todo salió mal: España se despidió tras caer en los dobles y la retirada de Nadal se hizo efectiva con una triste ceremonia ya de madrugada.
Fiel a su naturaleza, el zurdo de 38 años había decidido retirarse jugando por un título, con los riesgos que implicaba, tras no competir desde sus fallidos Juegos de París.
“Soy más competidor que ganador, si compito me siento bien”, decía en una entrevista hace años sobre el motor de su carrera.
Su gran rival y amigo Roger Federer dijo adiós hace poco más de dos años en la Laver Cup, un torneo de exhibición, precisamente jugando un dobles con Nadal que dejó la recordada imagen de ambos llorando, de la mano, en un banquillo.
Por aquel entonces, Nadal ya había ganado su 22º Grand Slam, el 14º Roland Garros, su último título como profesional. Visto con perspectiva, aquella primavera parisina hubiera sido el cierre perfecto.
Pero el español quiso darse una última oportunidad de volver a saborear la competición. Dedicó 2023 a regenerar su castigado cuerpo para intentar batirse con los mejores en 2024.
Pero a los 'superhéroes' también les llega su hora y no le dio para más, como reconoció el ya exjugador en Málaga: “No me he cansado del tenis, es mi cuerpo el que no quiere jugar”.
‘Fue un honor’, tituló en portada este miércoles el diario deportivo AS. 'Gracias', escrito cientos de veces con un retrato del campeón emocionado fue la despedida del Marca. 'Lágrimas finales', le dedicó L'Equipe.
En Francia, el país en el que cambió los abucheos en sus inicios por una estatua en la puerta de Roland Garros, recibió un homenaje a distancia.
La Torre Eiffel, donde Nadal tuvo un papel protagonista en la inauguración de los Juegos 2024 en julio, estuvo acompañada en la noche del martes de una proyección con algunas de sus fotografías icónicas en la Plaza de Trocadero.
“Ha estado en los televisores de todos los salones durante tantos años que es uno más de la familia”, resumía sobre el sentimiento de tantos aficionados su amigo y entrenador los últimos años Carlos Moyá.
El antiguo número 1 forma parte de un nutrido círculo de confianza al que Nadal ha sido fiel durante toda su carrera.
“Soy una persona que cree en la continuidad y seguir cerca de la gente que ha hecho mi vida mejor y eso me ha hecho tener una relación personal que va mucho más allá de la profesional”, les dedicó en su discurso de despedida.
Y su familia: “Nunca me ha defraudado. Han estado conmigo en los momentos difíciles, en los buenos me han dejado con los pies en el suelo y eso hace que en el futuro lo que tenga que venir lo pueda llevar mejor”.
Finalmente los aficionados y los que se acercaron al tenis a través de Rafa. Así lo explicaba Carmen Machi, una de las actrices más prestigiosas de España, en una entrevista el domingo en el diario El País.
“Es como que se acaba una parte de mi vida. La empatía que tengo con él es tan exagerada que, y lo cuento y parece una coña, cuando él tenía una lesión yo no comía y no podía dormir”.