Alejandro Munévar
Especial para EL NUEVO SIGLO
TOKIO. Cae la noche sobre la capital japonesa, los grillos que colman las gradas en sustitución de las personas en el Estadio Olímpico empiezan a alborotarse y suenan más duro. El ambiente es pesado, la humedad alta, ha sido un día realmente caluroso. Este es el comienzo del fin, o al menos eso parece, pues esta sería la última vez que veremos a Caterine Ibargüen en una final de olímpicos y quizá podría ser también la última vez que la veamos saltar.
Caterine fue la luz, el faro y la guía del atletismo colombiano cuando más lo necesitaba, a fin de cuentas, desde Ximena Restrepo en Colombia no habíamos tenido un o una gran representante del atletismo.
Ibargüen, que comenzó su carrera en el salto alto, apareció a nivel mundial en 2011 con el salto triple. Desde entonces y hasta hoy que se escribe esta nota figuró como la mejor del país y una de las mejores del mundo en su disciplina.
Claro el salto triple no es que fuera precisamente una prueba de las llamadas famosas, o favoritas del deporte rey de los olímpicos, pero Caterine se encargó de volverlo famoso, de darle popularidad. No me dejará mentir la gente cuando digo que fue ella la que al menos de este lado del mundo y en este último siglo puso al deporte colombiano, específicamente el atletismo, en la mira del mundo entero.
En 2012 llegó su primera olimpiada en el salto triple, pues en Atenas 2004 había estado en el salto alto. En Londres maravilló al mundo y a Colombia con su sonrisa y quedándose con la plata en la prueba. De ahí en adelante hubo un ascenso meteórico en donde llegó a ser la mejor atleta del mundo, campeona Olímpica en 2016, campeona del mundo, en fin, ratificó su condición de "Super Estrella".
En 2016 como les comentaba llegó su gran momento al colgarse la medalla de oro en las Olimpiadas de Río de Janeiro, la máxima distinción que puede alcanzar un deportista.
2017 fue un momento crucial para ella, pues pareciera que ese año comenzó su declive. Todo sucedió en Londres, el mismo lugar en donde hacía años había aparecido durante el mundial de atletismo Yulimar Rojas, la venezolana que venía pisándole los talones. Rojas dio el golpe de autoridad sobre la mesa y se hizo con la corona, dejando a Ibargüen relegada. Este fue el comienzo del fin.
Entonces vino 2019 y con él los Panamericanos de Lima, allí confirmamos lo que todos pensábamos, era el fin de la deportista, el comienzo de su estatus como leyenda. Digo, después del éxito que ella tuvo es muy difícil pensar que puede haber fracaso, aunque las cosas por momentos no se den en cuanto a resultados deportivos se refieren.
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¿El último salto?
Es difícil pensar que el tercer salto de Caterine en el Estadio Olímpico de Tokio fue su último salto. Decirlo se puede volver más complicado que pensarlo ya que solo ella muy en su interior sabe qué va a pasar con su carrera, con sus saltos.
En charla con EL NUEVO SIGLO, conocimos que no ha tomado una decisión porque espera analizar bien todas las situaciones, si bien tiene 37 años “hace mucho tiempo no competía sin dolores o lesiones”. Eso sí de una vez advierte que pase lo que pase, se vaya o siga, estará vinculada al deporte, como técnica, algo que le encantaría, o como gerente deportiva, para buscar que los jóvenes lleguen más rápido y más fácil a la élite mundial.
Así que para los que estaban esperando que acá confirmáramos la continuidad de Caterine podemos decir, que a ciencia cierta no sabemos si el salto de los Olímpicos fue el último en su carrera, seguro que el último de unos Olímpicos sí fue.
La reina abdicó, para dar paso a Yulimar Rojas, entregó la corona Olímpica a una digna rival, que no solo se quedó con el oro, sino con el récord mundial y olímpico de la disciplina, pero esa es otra historia. Hoy le decimos a Caterine, ¡Gracias!