¿Qué tanto pesa la historia en el fútbol? ¿Qué tan importante es realmente el escudo, el poder de los títulos o la camiseta que se defiende? ¿Acaso las estadísticas realmente importan? ¿Pueden estas o no determinar el curso de la historia, el resultado de un partido?
Desde estas páginas hemos siempre profesado que las estadísticas no son una cosa diferente a un número que está hecho para romperse, para superar; claro una cosa es hablar desde el deseo o la ilusión y otra muy diferente hacerlo desde la realidad.
Y la realidad es que son pocos los que se atreven a enfrentar la historia, la tradición, las estadísticas en contra, plantarles cara, mirarlas de frente a los ojos y aun viéndose pequeños, inferiores, salir a pelear.
Puede ser una cuestión de mentalidad, de tozudez o simplemente de locura pero salir a buscar la victoria, aun cuando la historia, la tradición y la estadística dictaminan que todo está perdido, es loable y hablando específicamente de la Selección Colombia Sub 20 femenina, puede ser el comienzo del cambio de mentalidad que siempre se ha pedido, que hemos pensado ya tenemos pero que a la larga no se da.
En el fútbol dicen que hay equipos que ganan de camiseta; a ver, no vamos a decir que no, ni a tratar de derrumbar un mito que a veces parece cierto. Porque la realidad es que a Colombia siempre le ha costado enfrentarse a los llamados grandes; sin embargo, la Selección femenina Sub 20 parece que ha empezado a romper esto, a destruir golpe a golpe, gol a gol, la llamada superioridad de los otros equipos.
¿Pero, de qué importan todas estas palabras, si al final aplica el dicho “jugamos como nunca y perdimos como siempre”?
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Lo primero que hay que decir es que efectivamente jugamos como nunca lo habíamos hecho frente a Brasil; hay que hablar del contexto de las cosas, el fútbol femenino brasileño está lejos del colombiano, en organización, historia, campeonatos, por eso se puede decir que jugamos como nunca se había hecho, se les plantó cara, a jugar de tú a tú, sin miedo, sin respeto por la historia. Colombia hizo casi todo lo que debió hacer para ganar, faltó desgraciadamente lo que faltó en todo el Mundial: efectividad a la hora de definir. También hay que tener en cuenta otra variable que la Selección no podía controlar y es que desafortunadamente para las cafeteras las rivales no eran de palo y Brasil también quería romper sus propias estadísticas.
El equipo brasileño, comandado por Jonas Urias, cargaba con un peso grande en la espalda, siendo Brasil el súper campeón que es, siendo el siempre favorito, porque a través del tiempo se han ganado ese derecho, en la categoría Sub 20 no han podido ganar un Mundial y esta selección quiere sí o sí acabar con la estadística negativa. Entonces no fue solamente que Colombia perdió, porque a decir verdad, ganas, argumentos, mentalidad, no faltaron, simplemente las de afuera no eran de palo y también querían ganar y las que tuvieron, las metieron.
Colombia desde un principio salió a proponer juego, a jugar y dejar jugar, guerreando de principio a fin. Corrieron y defendieron cada balón como si fuera el último de sus vidas, porque para muchas al menos en la categoría Sub 20 era así, porque en estas instancias es a vencer o morir y en esta la suerte no estuvo de nuestro lado, porque a decir verdad fue lo único que faltó. Si el remate de Gisela Robledo en el primer tiempo, cuando cabalgó por toda la banda izquierda llevándose al equipo brasileño, hubiera entrado, otra sería la historia pero hoy no podemos hablar de qué hubiera pasado si… hoy hay que hablar de lo que pasó.
Lo que pasó es que Colombia perdió, perdió con las botas puestas, peleando hasta el último minuto, no se dejaron nada, hasta la última gota de sudor se quedó en el Estadio Nacional de San José; por vez primera Colombia miró de frente a Brasil, sin miedo, sin respeto, sin ningún tipo de contemplación.
Y sí, Colombia jugó como nunca, pero no perdió como siempre. Esta Selección demostró que de ahora en adelante no hay que gritar desde las graderías: “Sí se puede”; hay que gritar: “Vamos por la victoria”. Nos enseñó que hay que dejar a un lado ese pensamiento derrotista, el sentirse menos que los demás. La frase de William Shakespeare de “perder es ganar un poco” utilizada por Francisco Maturana, y por la cual fue lapidado y criticado, cobra mucho más sentido acá, porque para aprender a ganar, primero hay que perder, para disfrutar de las victorias hay que saber abrazar las derrotas y aprender de ellas y este equipo lo hizo más que bien. El fútbol da revancha y esta Sub 20 la tendrá pronto.