Desde el 9 de marzo de 1977 Colombia no sufría en una eliminatoria mundialista una afrenta similar a la que soportó en Quito, en donde Ecuador, literalmente, arrasó con el combinado de Carlos Queiroz no solo en el marcador, sino en los interminables 90 minutos, en todo el campo de juego, en táctica, en estrategia, en velocidad, en concentración, en picardía, en ganas de ganar, en amor propio… Una catástrofe completa.
A la memoria volvieron esos infaustos recuerdos de cuando, en el Maracaná, Eduardo Emilio Villarete se sentó en el balón, justo en la mitad de la cancha, cuando Brasil se deleitaba manejando el partido y marcando goles hasta llegar a un 6-0 lapidario.
Fue 6-1, un vergonzante marcador que desnudó las falencias de un equipo desconocido, que no tuvo equilibrio y mucho menos capacidad para reaccionar e intentar salvar el honor.
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Tras la caída 3-0 en casa ante Uruguay el viernes pasado y la humillación futbolística de hoy a domicilio, urge una reflexión por parte de los directivos de la Federación Colombiana de Fútbol, de los jugadores y, ante todo, del técnico Carlos Queiroz.
Existe la certeza en torno a que Colombia cuenta con jugadores para armar un equipo competitivo, al nivel de Uruguay, Chile o Argentina. Eso está probado porque en anteriores eliminatorias, en la última Copa América de Brasil y aún en los juegos frente a Venezuela y ‘La Roja’ (en la primera fecha doble de estas clasificatorias) se vio un equipo que daba pelea y sacaba resultados.
El problema es, y así quedó demostrado frente a Uruguay y Ecuador, que la Selección perdió el equilibrio, el juego de conjunto y lo que es peor, el peso de las individualidades.
Desde el 9 de marzo de 1977 Colombia no sufría en una eliminatoria mundialista una afrenta similar a la que soportó en Quito, en donde Ecuador, literalmente, arrasó con el combinado de Carlos Queiroz.
Queiroz hizo en esta ocasión algo que se le estaba pidiendo: puso a Luis Manuel Orejuela como marcador de punta derecho, subió a Juan Guillermo Cuadrado, pero olvidó algo esencial: los equipos necesitan jugadores que quiten el balón y que sirvan de filtro en la zona medular. Eso yerro lo llevó a sacar de la nómina inicial a Wilmar Barrios y por ese sector de la cancha pasaron como “pedro por su casa” los ecuatorianos.
Además, nunca hubo cierres cuando el balón fue a los costados, lo que facilitó el trabajo de los rápidos delanteros ecuatorianos frente a la lentitud de los volantes mixtos y los defensas colombianos. Fueron superados fácilmente en la mayoría de las veces.
Tampoco se aprendió la lección que dejó el cotejo frente a los ‘charrúas’ y hoy al minuto 6 ya se perdía el partido, en una jugada aislada por falta de Johan Mojica sobre Mena. Del centro llegó el primer gol del zaguero Arboleda, tras pase de su colega Arreaga, para vencer a Camilo Vargas. La zaga hacía agua.
Lo peor es que no se tomaron correctivos sobre el campo de juego y Ecuador aprovechó para aumentar la cuenta apenas unos minutos después ante una pasiva Colombia, errática en la entrega, sin recuperación de balón y totalmente desorientada.
Desespero
Los goles de Ángel Mena (9), Michael Estrada (32) y Javier Arreaga (39) llevaron al técnico portugués a hacer algo que a su entender debía pero que, en realidad, necesitaba de más cabeza fría: aplicó varios cambios de un solo golpe de mano, antes de terminar el primer tiempo.
Con un 4-0 en contra lo mejor hubiera sido esperar a que terminaran los primeros 45 minutos y ver qué correctivos adoptar.
No obstante, no fue así. Queiroz optó por realizar tres variantes de una vez para intentar recomponer, demostrando no solo impotencia sino un total desespero.
A la cancha fue Wilmar Barrios, quien debió ser inicialista; dio paso también a Luis Suárez y Frank Fabra, por Mojica, Luis Díaz y Mateus Uribe. Unos minutos después entró Luis Fernando Muriel por Orejuela.
Algo de mejoría se vio por pequeños lapsos, se marcó el gol del descuento en una jugada aislada, pero lo ocurrido hasta ahí ya era desastre. La situación se agravó con los tantos de Gonzalo Plata (78) y Pervis Estupiñán (90+1).
A ello contribuyó otra decisión del técnico Queiroz y fue el dar cabida a un jugador lento como Edwin Cardona, en momentos en que lo que se necesitaban era elementos con capacidad de reacción. Todo ello mientras los ecuatorianos, conscientes de la debilidad y desorientación del rival, apretaron más el paso y llegaron por todos los costados al arco de un sacrificado y también errático Camilo Vargas.
Ahora, como consecuencia de todo este mar de errores es evidente que hubo nunca ese juego de conjunto, en el que todos aportan y buscan un bien común. Tampoco hubo solidaridad. Para colmo de males, el planteamiento del técnico aisló a los talentosos Juan Guillermo Cuadrado y James Rodríguez. El 10 nuevamente no fue influyente, no marcó diferencia y pasó desapercibido. El gol de pena máxima, que incluso dio primero en el palo, fue de lo muy poco que hizo. Nunca se echó el equipo al hombro.
A la memoria volvieron esos infaustos recuerdos de cuando, en el Maracaná, Eduardo Emilio Villarete se sentó en el balón, justo en la mitad de la cancha, cuando Brasil se deleitaba manejando el partido y marcando goles hasta llegar a un 6-0 lapidario.
Ecuador hizo lo que debía: aprovechar su velocidad y los espacios que Colombia le dio, especialmente por los costados, y los continuos cambios de dirección (arrancaba por un lado y finalizaba por el otro), confirmando que la renovación está dando resultado y que los jugadores le creen al técnico Gustavo ‘Lechuga’ Alfaro.
Lo que viene
El resultado de hoy, sumado al del viernes en Barranquilla, avala cualquier decisión. Por ejemplo, que los directivos den por terminado el contrato al técnico portugués o que Queiroz tome la iniciativa y se vaya.
¿Es el momento de cambiar técnico? Esa es la pregunta. Y la respuesta sería: no. Hay que analizar lo que está pasando con el equipo y que Queiroz reconsidere sus determinaciones. Debe convocar a los jugadores que realmente estén jugando bien. Hay que dejar de ensayar y, sobre todo, reconfeccionar la defensa, la línea más débil y desequilibrada.
Si bien es cierto Colombia perdió su solidez defensiva, hay material humano para recuperarla, bien sea volviendo a lo que el portugués implementó en un comienzo, cuando optó por poner defensores centrales como laterales o buscando alternativas para la pareja de centrales. No siempre tienen que ser Yerry Mina y Dávinson Sánchez y más si llegan en un momento como el actual, en el que en sus clubes Carlo Ancelotti y José Mourinho no confían en ellos y por ello no les dan continuidad.
También Queiroz, si se queda, debe entender que se necesitan filtros en el sector medular. Un volante de marca polifuncional como Barrios y otro que lo auxilie, que lo ayude a hacer las coberturas. También se necesita un socio para James Rodríguez, que se encargue de generar juego ofensivo cuando el cucuteño no aparezca o esté muy marcado.
Hay que ser claros: el responsable de la catástrofe en Quito y el resultado en Barranquilla no es solo Queiroz, sino que los jugadores tienen una alta dosis de culpa. Por largos parajes de ambos encuentros se les notó faltos de actitud, de amor por la camiseta, de entrega y de vergüenza para intentar reaccionar.
Es “un resultado muy pesado. No tenemos ni orgullo ni honor de estar con un resultado como este”, declaró Queiroz. “El equipo de Ecuador ha jugado mejor que nosotros”, añadió.
Por lo pronto, la eliminatoria se retornará con fecha doble en marzo, cuando Colombia recibirá a Brasil y visitará a Paraguay. Dos cotejos difíciles, pero hay tiempo para recomponer. Uno de los primeros pasos será que técnico, jugadores y directivos se reúnan y se sinceren. Algo está pasando: un equipo no se puede venir a pique de un momento a otro de semejante forma.
Si los integrantes del seleccionado no se sienten cómodos con las determinaciones de Queiroz, que se lo hagan saber, así mismo los directivos. Y el técnico, si se queda, tiene mucho que decir y sobre qué reflexionar.
Hasta acá todo parecería indicar que el técnico perdió credibilidad frente a los jugadores y esa confianza se debe recuperar. Por fortuna apenas van cuatro partidos de la eliminatoria y hay mucho trecho para enderezar el camino. Todavía nada está perdido, pero no se pueden seguir cometiendo errores y perdiendo puntos.
Las cifras no mienten: Colombia termina el año con 4 puntos de 12 posibles y su rival de hoy con 9, en una eliminatoria liderada por Brasil, que ganó a Uruguay a domicilio, con 12 unidades; después viene Argentina a buen paso, que dio cuenta anoche de Perú en Lima. Estos dos resultados, así como el sorprendente triunfo de local de Venezuela ante Chile y el inédito empate de Bolivia en Paraguay evitaron que rivales directos tomaran más ventaja a los de Queiroz.