La secretaría de Ambiente ha identificado no menos de 20 puntos críticos de almacenamiento clandestino en las diferentes localidades de Bogotá.
Así lo dio a conocer la concejal de Bogotá, Lucia Bastidas al poner sobre la mesa la grave situación que se presenta con las llantas usadas en Bogotá, luego de que en noviembre pasado se registrara una bodega de Fontibón, en el occidente de la ciudad, donde se quemaron 600 mil llantas que provocaron una emergencia ambiental de más de cuatro meses en las localidades de Fontibón, Barrios Unidos, Puente Aranda y Teusaquillo.
Los bogotanos nos quedamos sin saber cuál fue el efecto en la salud de los habitantes de estas localidades, pues ninguna autoridad midió el impacto que respirar aire altamente contaminado les produjo a las personas, y especialmente a los niños de los colegios vecinos al sitio de la emergencia.
No hay derecho a que llevemos cuatro meses de polémica después de esa emergencia, y aún hoy, caños, potreros, separadores, avenidas, andenes y parques aparezcan de la noche a la mañana invadidos de llantas. Las cifras oficiales indican que la ciudad genera al año unos 2,5 millones de llantas usadas y casi un millón terminan botadas en la calle.
Y no es solo el problema estético de llantas abandonadas por todas las esquinas. Estos neumáticos abandonados se llenan de agua y se convierten en generadores de insectos y malos olores, y bien podrían llevar a la ciudad a una verdadera emergencia sanitaria. A eso se suma la costumbre de quemarlas en la calle: el material particulado y el azufre que sale de ellas en estos casos puede afectar gravemente los pulmones de las personas.
¿Por qué una ciudad como Bogotá no es capaz de implementar un programa reciclaje o un sistema que permita la trituración masiva de llantas, para usarlas por ejemplo en la producción de pavimento?
Bogotá no puede quedarse quieta, esperando que la Nación le entregue el manejo directo de las llantas usadas. Está demostrado que el sellamiento esporádico de bodegas que almacenan inadecuadamente las llantas, sin un plan contra incendios, no está surtiendo un efecto disuasivo.
La secretaría de Ambiente teme un desastre como el de Fontibón, púes tiene identificados no menos de 20 puntos críticos de almacenamiento clandestino en Fontibón, Barrios Unidos, Antonio Nariño, Mártires, Puente Aranda y Suba, donde se podría enfrentar otro desastre ambiental. Y lo más grave, y a lo que no hay derecho, un desastre ambiental anunciado.