No raro entonces que preguntarles a las personas qué tan satisfechos se sienten con la salud en la ciudad, el 25 por ciento, es decir, la cuarta parte, responda que no. Y que son muchos los males que aquejan a la salud en la ciudad y que a pesar de los reiterados llamados a la administración no tienen solución.
En las quejas que he recibido de los usuarios y en los recorridos que he realizado por los centros prestadores del servicio de salud en el norte y en el sur son reiterativas las quejas de las personas sobre demoras en la atención, abusos por parte de los hospitales e incluso retención de pacientes cuando no tienen con qué pagar sus cuentas.
La misma Defensoría del pueblo lo ha comprobado: falta de médicos, tanto generales como especialistas, insuficiencia en la red de prestadores de servicios de salud, sobrecupo por falta de camas, pacientes que tienen que esperar hasta doce horas sentados en sillas plásticas para recibir un diagnóstico, escena que he tenido que ver en las salas de urgencias.
Quiero denunciar que no son pocos los casos en que a los pacientes se les ha retenido en hospitales como el Simón Bolívar, Suba y Engativá por no tener con qué pagar la cuenta del hospital. La misma situación viven los hospitales de Kennedy, Meissen, La Victoria, El Tunal, y San Blas, que parecen hospitales de guerra, con pacientes tirados en el piso, en pasillos, durante horas y unos encima de otros.
Es alarmante que pacientes con necesidades de atención de enfermedades como el cáncer tengan que esperar uno y más meses para recibir atención urgente, en espera de remisiones de las EPS que se demoran en expedir las autorizaciones, como le ocurrió a Maira, una joven de 25 años, que se demoró seis meses para recibir la primera quimioterapia que le recomendaron como urgente.
En los recorridos que he realizado he comprobado el alto nivel de insatisfacción de las personas con la atención del personal médico y administrativo.
Las remisiones de los pacientes son otro viacrucis, pues tienen que esperar hasta 24 horas, aun en casos extremos como la atención de accidentes cerebrovasculares, casi siempre por las demoras en las autorizaciones de las EPS. Hay una falta de comunicación grave entre la red hospitalaria y las EPS