La delegación de alto nivel que el papa Benedicto XVI decidió enviar a Siria partirá "lo más pronto posible", anunció el lunes el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi.
"No saldrá mañana (martes). Hay que tener en cuenta lo que ha ocurrido en los últimos días", precisó Lombardi al referirse a los graves atentados perpetrados en Damasco, capital de Siria y en Líbano.
La delegación deberá entregar un mensaje de solidaridad y cercanía del pontífice a "todos los hermanos y hermanas cristianos" de Siria y ofrecerá su apoyo para "la búsqueda de un acuerdo que respete los derechos y deberes de todos, con particular atención a los puntos establecidos en el derecho humanitario", según explicó la semana pasada el número dos del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone.
La delegación, formada por representantes de la Curia y del sínodo de obispos, tenía previsto partir esta semana a Siria al término de la asamblea religiosa que se celebra en el Vaticano, pero debido a la delicada situación en la región prefirió tomarse más tiempo.
"No ha sido anulado (el viaje). La fecha de salida está abierta, aunque no va a ser mañana", aclaró Lombardi.
La misión "sigue en estudio y en preparación, con el fin de poder realizarla lo más pronto posible y responder eficazmente a la solidaridad, paz y reconciliación, a pesar de los graves hechos ocurridos recientemente en la región", precisó el vocero papal.
"La situación no es fácil y hay que tener en cuenta numerosos elementos", agregó.
Los preparativos para la visita, entre ellos la autorización por parte de las autoridades sirias, están siendo ultimados.
La delegación podría partir a partir del 24 de octubre, comentó el religioso.
De la delegación formará parte entre otros el cardenal Laurent Mosengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa, y el cardenal Jean-Louis Tauran, "ministro" para el diálogo religioso.
Dos religiosos latinoamericanos también participarán: el colombiano Fabio Suescún Mutis, capellán militar de su país, y el nicaragüense Alberto Ortega.
La violencia que azota a la región se ha extendido a Líbano, donde la explosión de un coche bomba en Beirut acabó el viernes con la vida del jefe de los servicios de inteligencia de la policía libanesa, un acérrimo detractor de Siria.
La oposición libanesa culpó ampliamente al presidente sirio Bashar al Asad por el ataque del viernes, tal y como hiciera en 2005 cuando el anterior primer ministro, Rafiq Hariri, fue asesinado en una gran explosión en Beirut.
"¿Cúal mensaje nos han querido enviar con la matanza del domingo?", se interrogaba el lunes el arzobispo maronita de Damasco, monseñor Samir Nassar, al mencionar al atentado en el que murieron al menos 13 personas y otras 29 resultaron heridas el domingo en una explosión frente a la comisaría de policía de un barrio cristiano de la capital siria.
Se trata del primer atentado en ese barrio, uno de los más antiguos de la capital, un gesto que alimenta la posición de buena parte de los cristianos de ese país, los cuales ante el temor a los islamistas han tomado posición en favor del régimen sirio de Bashar al Asad.