Cada día se oyen diferentes datos sobre las víctimas del conflicto armado en Colombia y se conocen diferentes cifras que, de una u otra manera, impactan. Estas se han atribuido básicamente a 4 grandes actores: las Farc, los grupos de autodefensas, el Eln y las llamadas Bacrim.
Se habla, por ejemplo, de que el conflicto en Colombia ha causado en los últimos 65 años cerca de 260.000 víctimas. Sin embargo, las cifras son variadas y las culpas se achacan a unos u otros de manera diferente según quien escriba sobre ellas. Lo que sí es una verdad incontrovertible es que los grupos mencionados no solo han atacado la vida y bienes de los ciudadanos, sino que también han colaborado en la destrucción de los ecosistemas y en la contaminación de nuestros recursos, generando muertes lentas de comunidades enteras y convirtiéndonos, a todos, en una especie de víctimas colectivas de ellos.
Si bien las víctimas tienen diferentes maneras de medirse, según la fuente, todas las metodologías coinciden es desconocer a la mayor de todas: el medio ambiente. Sobre este no existen registros tan exactos ni estudios claros que determinen la gravedad de las consecuencias de la guerra.
Desde esta perspectiva, no deja de ser interesante que en el equipo negociador del gobierno nacional con el Eln se encuentren dos exministros del Medio Ambiente: Luz Helena Sarmiento, persona altamente calificada desde el punto de vista académico y desde la perspectiva de la experiencia directa en diferentes campos de la vida ambiental en nuestro país. Y Juan Mayr, uno de los pioneros en los actuales sistemas de seguimiento sobre los mismos temas. La inclusión de estos dos personajes en el equipo da visibilidad a las víctimas colectivas del daño ambiental y garantiza la reparación y garantía de no repetición de los daños causados, daños que no son menores.
Las preguntas que podrían surgir son muchas: ¿Cuál es el daño? ¿Es posible calcularlo? ¿Se puede reparar? ¿Cuál es el costo de esa reparación? ¿Cuáles son las consecuencias en la población?...
Quizá no todas las preguntas tengan fácil respuesta y algunas de ellas jamás puedan llegar a tener respuestas que sean verdades absolutas, pero el solo hecho de ponerlas sobre el tapete y generar un debate sobre el tema, es una ganancia para la estabilidad ambiental del postconflicto.
Urge medición
Creo firmemente que el país está en mora de realizar una medición del pasivo ambiental generado por los mencionados grupos y que, también, se encuentra en mora de contratar un estudio que cuantifique los daños generados al medio ambiente por los mismos. Esto sería una herramienta práctica para los negociadores y facilitaría la toma de decisiones sobre actividades de reparación y de mitigación del desastre ambiental producido por las actividades ilícitas.
Cualquier avance en este sentido significará una importante ganancia para el país durante el periodo de posconflicto y podría, igualmente, significar una mejora sustancial en las condiciones de vida de varias comunidades ubicadas en zonas en las que los movimientos guerrilleros desarrollaban sus acciones, especialmente las que tienen que ver con minería, deforestación masiva y cultivos ilícitos.
Principales daños
En general se podría decir que por el simple hecho de tratarse de actividades ilegales el control ambiental de las mismas no existe y que, por lo tanto, los daños que se pudieran haber causado, efectivamente, se causaron. Sin embargo, valdría la pena desglosar de alguna manera las principales afectaciones al ambiente y los peligros que estas significan para nosotros. Es de resaltar que la lista podría ser muy amplia y que, por lo tanto, nos debemos centrar en un aspecto que es, de lejos, el de mayor impacto hoy por hoy: los derrames de petróleo, dejando para otro escrito el tema de las demás afectaciones.
Lo primero que ocurre en un derrame de petróleo sobre un cuerpo de agua es la formación de una capa que, a manera de película, oscurece la superficie, impidiendo la entrada de la luz. Esto genera que especies acuáticas que requieren de la luz para sus procesos de fotosíntesis puedan morir o limitar su regeneración, afectando, a su vez, los medios naturales de alimentación de otras especies.
Luego de ello se presenta una contaminación aguda que genera intoxicaciones masivas en animales, plantas y microorganismos. Esto se presenta por los altos niveles de toxicidad del crudo. Con el tiempo estos derrames terminarán provocando daños irreversibles en el sistema reproductivo y de alimentación de todos los organismos que habitan en el ecosistema afectado.
Lamentablemente, en la medida en que el crudo arrastrado por el agua se va depositando en las riberas, humedales o zonas de amortiguación de los mismos, se desata un daño mucho mayor por cuanto comenzarán a afectarse muchas más especies y algunos sistemas productivos establecidos.
La gravedad de lo ocurrido en el agua acaba siendo menor por efecto del arrastre propio del vital líquido, pero en las riberas, en donde el suelo es más receptivo por efecto de la humedad, el petróleo se puede ir infiltrando poco a poco en el sedimento y a veces permanecer por más de un siglo. No sobra recordar que muchos animales toman el agua necesaria directamente de las fuentes hídricas y quizá se vean afectados por la contaminación de las mismas.
Aparte de la cantidad de vertido y los compuestos químicos que tenga el crudo, existen otros muchos factores que complican las consecuencias producidas por el derrame. Es necesario saber que no todos los crudos son iguales, cada uno tiene compuestos químicos diferentes y, por lo tanto, generan diferentes efectos. Sin embargo, la mayoría suelen tener dentro de sus componentes aromáticos policíclicos, que son muy tóxicos, e incluso benceno, que es cancerígeno.
Si bien en Colombia no producimos crudo ligero, lo cual implicaría que los problemas generados en el agua se trasladarán también al aire, los crudos pesados son a la larga los que perduran más en sus efectos y con más graves consecuencias en el tiempo.
¿Es reversible? Hay ecosistemas que se pueden recuperar de una manera más rápida porque tienen mayor dinamismo. Pero si hablamos de ecosistemas de humedales o zonas de amortiguación, en algunos casos su recuperación puede llegar a demorar hasta unos 80 años.
Algunas reflexiones
Indiscutiblemente el daño generado por el conflicto al medio ambiente ha sido aterrador. La inclusión de los dos exministros del ramo en las negociaciones con el Eln es prenda de garantía de que se toquen y reparen estos temas y de que se logre la garantía de no repetición de los ataques a nuestros ecosistemas. Buena suerte a Sarmiento y Mayr, pues en sus manos está el restablecimiento de la riqueza natural de nuestro territorio.
* alsanchez2006@yahoo.es @alvaro080255