Del equilibrio a la proeza | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Julio de 2014

Por: Pablo Uribe Ruan

 

Brasil 2014 ya ha dejado una enseñanza: el fútbol se ha emparejado. Los partidos jugados hasta el momento mostraron un equilibrio  entre las  selecciones históricas y  los pequeños y medianos países sin títulos mundiales. Los favoritos siguen siendo los mismos, pero cada vez surge una sorpresa que da el golpe, pone en aprietos al histórico y hasta lo deja por fuera del Mundial.

 

En los partidos de la etapa de grupos y los octavos de final siempre hubo una selección carente de historia, pero con fútbol, que complicó a un grande. Alemania, la “máquina”, la que goleaba y llegaba a las semifinales sin derramar una gota de sudor, casi no le pudo ganar a Ghana en la etapa de grupos, y a Argelia, en octavos, luego de un partidazo de 120 minutos. Argentina, al igual que los germanos,  sufrió para ganarle a Irán, a Nigeria, y qué decir cuando enfrentó a Suiza con la que casi se va a penales el martes. Y con la misma suerte corrieron otras grandes selecciones como Brasil, Holanda y Francia, que por momentos vivieron de cerca la angustia de una posible eliminación en octavos.  

Colombia, así suene extraño -no por su calidad, sino por la falta de historia- fue la única selección que pasó a cuartos de final demostrando una clara supremacía sobre Uruguay. La Selección fue superior en el juego y en el marcador. Ganó en los 90 minutos sin dificultades: no fueron necesarios los treinta minutos suplementarios, ni los penaltis para avanzar a la siguiente etapa del Mundial. Y no fue ante cualquier rival. Al frente estaba un país que ganó dos veces la Copa del Mundo, que se ufana de ser la patria de la “garra” y que eliminó a dos campeones mundiales en la etapa de grupos.

Como se ve, el fútbol ya no es el mismo de antes en términos de resultados, o si no pregúntele a Costa Rica, el equipo dirigido por Jorge Luis Pinto. Los “ticos” se convirtieron en la mayor sorpresa del Mundial al eliminar a dos potencias como Italia e Inglaterra y pasar por encima de  Grecia en octavos. Eso no es más que la muestra de lo parejo que es el fútbol contemporáneo en el que un equipo a partir de un planteamiento táctico bien trabajado, puede dar el batacazo y llegar a instancias finales. Por eso todos los partidos de esta Copa han sido tan emocionantes como parejos, pues los tiempos de las goleadas por 6-0 de Brasil a Marruecos se han ido acabando a tal punto de que un equipo medio le puede ganar al mismísimo Brasil.

El paradigma de las grandes selecciones paulatinamente se va derrumbando. Quizás no y más bien lo que está ocurriendo sea fruto de la presión y la angustia que recae sobre los grandes seleccionados. Pero bueno, si bien suena atrevido avizorar el decaimiento de algunas potencias futbolísticas, no está mal decir que casi en todos los Mundiales existe una sorpresa que puede hasta eliminar al local. Y esa, en este caso, puede ser Colombia. La Selección cuenta con los suficientes argumentos futbolísticos: en ella prima lo colectivo sobre lo particular, existe una base de jugadores con excelente nivel en la que predomina el mejor jugador del Mundial y hay una mezcla bien ponderada entre experiencia y juventud.

Con todos esos ingredientes, ¿por qué no ilusionarse? Como dijo Carlos Sánchez: “hay respeto, pero no miedo”, y sin miedo y con fútbol la proeza de las semifinales eliminando al local, ¡a Brasil!, se puede lograr.  Yo creo en Colombia. Yo creo en los jugadores y en Pekerman. Y creo que en la selección brasileña no han podido manejar los niveles de presión que existen sobre los jugadores, ni tampoco construir un equipo con una identidad y base de juego. Ante un Brasil confundido y sin fútbol, y una Colombia que vive en su interior todo lo contrario, calma y tranquilidad, es posible soñar, y más que eso, comerse el cuento, porque siempre hay una primera vez y esta puede ser la de las semifinales eliminando al local. Porque como se ha dicho, el fútbol se niveló y ya nadie gana de camiseta.