EL NUEVO SIGLO:- ¿A 25 años de promulgada la Carta del 91, cuál es su balance sobre la Constitución como la norma de normas que rige a los colombianos?
HUMBERTO DE LA CALLE: - No es que la Constitución sea intocable. Entre otras cosas porque el deseo de cambio y transformación es palpable. Y también porque algunas de sus decisiones han fracasado. Pero la esencia de la Constitución, que sigue viva y válida, generó una transformación espiritual en Colombia que va más allá de lo instrumental y normativo. Reconocimiento de la diferencia, tránsito de la caridad a los derechos, control constitucional alejado de la retórica y cerca de la realidad de la vida de la gente común, nuevos dilemas morales contemporáneos, descubrimiento de otros “países” ignorados: indígenas y afros. Como dijo Rodrigo Uprimny (reconocido constitucionalista), “el ciudadano de hoy es bien distinto al anterior al de 1991: hombre blanco, católico, heterosexual, fingidamente monogámico, paterfamilias, dominante, depredador del medio ambiente (¡hay un monumento a una hacha!)”.
ENS:- ¿Cuáles, en su opinión, son los tres puntos más positivos de la aplicación y vigencia de la Carta?
HDLC:- La tutela, la carta de derechos y la eliminación del abuso de los estados de excepción.
ENS:- ¿La mayor decepción o la deuda más pendiente de la Carta del 91?
HDLC:- La Justicia. Propusimos una Fiscalía pequeña, especializada en el crimen organizado y ahora tenemos un organismo que padece elefantiasis. Y de un Consejo Superior gerencial que propusimos, pasamos a una magistratura tradicional. La democracia directa no funcionó pero después del Brexit toca pensarlo dos veces.
ENS:- ¿Cómo ha visto el papel de la Corte Constitucional desde su creación? ¿Se ha extralimitado en ejercicio jurisprudencial con conceptos como los de “sustitución de la Constitución”?
HDLC:- La Corte ha defendido el verdadero espíritu de la Carta. Es más, la ha vivificado. Los colombianos estamos en deuda con la Corte. La noción de sustitución de la Constitución obedece a una necesidad real, sobre todo el comienzo de su aplicación, para proteger su mensaje central y realizar un control genuino de constitucionalidad. Pero cada vez el mensaje central está en menos riesgo, y en cambio, decisiones recientes parecen exageradas. Como decía el juez Holmes, la principal virtud del juez constitucional es el autocontrol.
ENS:- Desde su punto de vista como Ministro de Gobierno en 1991 y hoy jefe negociador de paz en La Habana ¿Proclamada como un tratado de paz, por qué la Carta del 91 no aclimató el fin de la violencia?
HDLC:- La guerrilla agrupada bajo la Coordinadora Nacional Guerrillera acompañó la creencia de Manuel Marulanda de que la victoria militar era posible. La negativa de esa guerrilla a incorporarse a la Constituyente fue resultado de la variable militar soñada y de la mecánica política: se les ofrecieron cinco escaños y ellos pidieron veinticinco. Ideológicamente, no había obstáculo para haber ingresado, ya que en ese momento el territorio de la Asamblea era un libro abierto. Fue un tremendo error de la guerrilla, al cual se sumó la degradación del conflicto durante todos estos años. Pero la esencia de la Constitución es un instrumento válido para lograr la paz en democracia.
ENS:- ¿Para algunos críticos, la Carta del 91 rige en Bogotá y en lo urbano, pero en la periferia impera la ley del más fuerte, la corrupción y el abandono estatal?
HDLC:- En parte es cierto. A partir de 1991 se comenzó una marcha hacia un país más moderno. Ya dije que el cambio espiritual fue muy fuerte. Se buscó mayor distribución del poder, se respetaron las fuentes de riqueza de la provincia, se acentuaron poderes independientes, se afianzó la moneda sana, se establecieron marcos racionales de planificación y servicios públicos. Pero Colombia son varios países. Hay profundas diferencias regionales. Y, sobre todo, la correa de transmisión de la política capitalina a la provincia está viciada. Estadistas en Bogotá son clientelistas consumados en sus terruños. El ejercicio de la política no ha logrado líneas de coherencia, de modo que las diferencias no solo se mantienen sino que se profundizan y se usan en el proceso de construcción del poder. Es un grave problema.
ENS:- Para una visión muy nadaista como la suya, qué significa que algunos juristas insistan en que la Carta del 91 fue una “constitución para ángeles” en un país en donde prima la cultura del atajo, de la violencia...
HDLC:- ¿Entonces era mejor haber hecho una Constitución para demonios?